Pilar Paz Pasamar

[2]​ En estas primicias se reconocen los ecos de las coplas andaluzas, Bécquer, Rubén Darío, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez.

La evolución de la lírica infantil hacia una depuración rigurosa se produce en contacto con las primeras amistades literarias en su Jerez natal: los poetas Juan Valencia y, sobre todo, José Manuel Caballero Bonald,[3]​ que se constituyó en su primer mentor poético en los círculos madrileños.

Mara (1951), libro amadrinado por Carmen Conde, canta el descubrimiento del mundo desde un intimismo cálido y sensual.

Los buenos días (1954, accésit del premio Adonais 1953 junto a Pino Ojeda por el fruto en el árbol)[5]​ incorpora acentos realistas y cívicos.

Pilar Paz se integró en los círculos poéticos femeninos de Carmen Conde, Ángela Figuera, Gloria Fuertes y Concha Lagos entre otras.

En la colección "Ágora" que dirigía Concha Lagos aparecerían más tarde Del abreviado mar (1957) y Violencia inmóvil (1967).

En la Facultad se relacionó con estudiantes integrados en el TEU (Teatro Español Universitario): Marcelo Arroitia, Jaime Ferrán, José María Saussol Prieto.

En 1967 aparecía Violencia inmóvil, el mejor poemario de la autora hasta aquel momento, según apreciaron Vicente Aleixandre y Gerardo Diego,[10]​ entre otros críticos.

[11]​ Desde el principio aparecía el problema al que se enfrentan todos los poetas en la década de los 60: la desconfianza en la palabra.

[12]​ En 1986, reaparecía Pilar en el número Litoral femenino y en la cuidada antología que de su obra prepara José Ramón Ripoll: La alacena (1986).

En Philomena, inspirada en el símbolo sanjuanista del ruiseñor como alma en oración, culmina su concepción de la palabra como Logos en el que reside la resurrección y la vida.

El libro reivindica la infancia perpetua del corazón; hace un balance agridulce de la propia trayectoria, comparándola con la de un niño que no ha terminado la tarea; juega con las palabras y las imágenes; evocan miedos de la propia infancia; muestra un mundo donde la inocencia es profanada; y, finalmente, asume la propia edad en un tiempo que, liberado del pasado y del futuro, se despliega como un don maravilloso.

[14]​ La poesía de Pilar Paz ha sido traducida al italiano, árabe, francés, inglés y chino.