Detrás de esa oposición se hallaban los políticos liberales que rechazaban a Del Valle por su conservadurismo.
[1][2][3] Pero por entonces ocurrió en España la persecución antirreligiosa desatada por los liberales tras la muerte del rey Fernando VII, en la que fueron suprimidos muchos conventos y expulsadas las órdenes religiosas (la llamada desamortización).
Fue por esa razón que Del Valle dejó España en 1839, y pasó a Francia e Italia.
[5] Debido a las luchas políticas que durante esa época convulsionaron al Perú (castillistas contra vivanquistas), él y su hermano tuvieron que abandonar el país, aunque por poco tiempo.
[3] También en 1869 sería solicitado para pronunciar la oración fúnebre en homenaje al mariscal y expresidente Ramón Castilla, cuando los restos de este fueron trasladados a Lima desde Tarapacá.
Como su rector puso al cura de Huaripampa, doctor Pedro Pablo Guzmán.
En ese concilio fue donde se declaró la infalibilidad del papa como jefe de la Iglesia.
Este hecho marcó el retorno de la orden jesuita, expulsada del Perú cien años atrás (1871).
[12][13] Pero al producirse el cambio del poder político del Perú y asumir la presidencia Manuel Pardo, algunos elementos liberales (por ende, anticlericales) de su gobierno protestaron por dicha designación y alegaron que el gobierno de Balta no había respetado los trámites usuales al proponer ante el papa como arzobispo a Del Valle.
El ministro peruano ante la Santa Sede, el liberal Pedro Gálvez Egúsquiza, hizo los trámites para que la Santa Sede anulara el nombramiento, lo cual era un asunto complicado pues una anulación de ese tipo solo podía darse por muy graves causas, que la Sede Apostólica no veía en este caso específico.
[19][3] Durante la campaña de la Breña actuó como consejero del general Andrés Avelino Cáceres.
Se decía que él y Cáceres eran los líderes de la resistencia peruana en la sierra central.
Los chilenos, sabiendo que era poseedor de una considerable fortuna, lo persiguieron para arrancarle un sustancioso cupo.
[7] Para evitar que cometieran más desmanes, Del Valle se presentó ante el enemigo y aceptó pagar un cupo de 20 000 pesos, que entregó mediante un giro contra un banco en Lima.
Por tal desaire, los chilenos lo apresaron y lo trasladaron a Lima, donde sufrió vejámenes.
[2][3] En su testamento donó veinte mil soles a la congregación salesiana para que se instalara en el Perú y se dedicara a la educación de los desvalidos, sin intervención de la beneficencia.