Convento de Santa Rosa de Ocopa

Es un auténtico “relicario del Perú”, como lo llamó José de la Riva Agüero y Osma.

De Ocopa, en 1757, salió el fraile Alonso Abad, descubridor del paso que lleva su nombre en la Cordillera Azul.

Ya en época de la emancipación, los misioneros franciscanos del convento vivieron gran zozobra.

Es obra antigua, posiblemente del siglo XVIII, y se ignora por quien hayan sido ejecutados.

Sobre la puerta de esta capilla se aprecia una pintura del Rostro del Señor en agonía, con los siguientes versos: "El verme así no te asombre, pues es mi amor tan sin par, que aquí me he puesto a pensar si hay más que hacer por el hombre".

De esta Capilla ha escrito Aurelio Miró Quesada: "Si a Ocopa se le ha llamado El Relicario del Perú, la Capilla de la Misericordia, sin duda alguna, es el relicario del Convento.

En uno de ellos se lee lo siguiente: "Estos cuatro lienzos se pintaron en la ciudad del Cusco, en el año 1763, y lo hizo con su notoria habilidad el pincel del Maestro Don Ygnacio Chacón".

Fueron mandados a pintar para Ocopa durante la Guardianía del P. Manuel Becerril, entre 1761 y 1763.

Es muy venerado en esta región y continuamente es visitada su tumba, ubicada a la entrada de la Iglesia.

Pero casi todas estas bellezas fueron destruidas en 1900 por tres incendios consecutivos e intencionados, salvándose únicamente los cuatro retablos laterales de estilo barroco que aún pueden ser apreciados hoy en día.

En medio del crucero se levanta la gran cúpula decorada con hermosas pinturas ejecutadas en 1959, rodeada por esculturas de los cuatro evangelistas, empotradas sobre las pechinas.

El techo es abovedado de estilo gótico.En el centro del crucero se levanta una hermosa cúpula renacentista, decorada en vivos colores con ocho cuadros alegóricos a Cristo, la Santísima Virgen y a la obra misionera de Ocopa.

Entre los más célebres que ahí están sepultados, sobresalen por su celo misionero los nombres de los Padres Alonso Abad, Gabriel Sala, Mons.

Padre Pío Sarobe, muerto en 1910 con fama de santo, por cuyo motivo es muy visitada su tumba.

Saliendo del Museo, a la derecha, se sube por una amplia escalera al coro de la Iglesia, que también fue incendiado en 1900, siendo por lo tanto enteramente moderno.

El Coro está adornado con una colección de 14 cuadros con las escenas del Vía crucis, obra del P. Antonio Gravalosa, religioso de Ocopa que murió a mediados el siglo pasado.

Fue traído en 1905, después del incendio de la Iglesia, pues el anterior también se quemó.

No faltan tampoco obras ejecutadas por los mismos religiosos del Convento, como oportunamente indicaremos.

Todos ellos figuran desde antaño en el Convento y sin duda han sido donados al mismo en diferentes épocas.

De estos, llama la atención uno que está a la entrada, que representa a Nuestra Señora del Rosario con Santo Domingo y Santa Catalina, por la gran profusión del estofado.

En este mismo piso se ha acondicionado (1972) una pequeña sala, donde está expuesta una variada colección de acuarelas originales del P. Lorenzo Pelossi, con motivos misionales.

Lo cierto es que su valioso Archivo fue a Lima por orden del Gobierno de ese entonces, quedando disperso en distintas reparticiones oficiales.

La estantería, sólida y sencilla, heccha con madera de la Montaña, es obra absolutamente conventual, ejecutada por Fray José María Agúero.

No podemos dar aquí ni una somera lista de los libros más valiosos, baste decir que el más antiguo, la Summa Angélica de Fray Ángel Clavasio, es de 1490; que posee el segundo libro impreso en el Perú, titulado Tercer Catecismo, impreso en Lima en 1585, en quechua, aymará y castellano.

Estos y otros curiosos ejemplares pueden apreciarse hoy en día en una vitrina central, así como los Libros Corales, de gran tamaño y hechos en pergamino; fueron confeccionados en 1763 en el mismo convento por el P. Francisco Javier Llaguno.

Cuenta la Biblioteca con una vistosa Sala de Lectura, en cuyas vitrinas se guardan algunas obras muy valiosas.

Igualmente pueden apreciarse aquí dos pinturas de fines del siglo pasado, ejecutadas por el gran explorador y artista P. Gabriel Sala.

Siendo, en fin, en palabras del ilustre Raúl Porras Barrenechea, "una biblioteca de insigne sabiduría".

En 1930, monseñor Francisco Irazola, vicario apostólico de Ucayali, comenzó en Ocopa pacientemente la formación del segundo museo.

Otro atractivo turístico es el Cerro Jerusalén, ubicado al norte de la entrada principal del convento.

Cruz de la primera estación del Vía Crucis del convento.
Claustrillo ubicado a la entrada del Convento, antes de ingresar al Museo de Arte Religioso.
Capilla de la Misericordia, en la que se encuentran los restos del fundador del Convento.
El Claustro del Olivo, con la vista de la cúpula al fondo.
Claustros, pilastras y tejados del antiguo convento; en la parte superior aparece la moderna construcción, y al fondo las torres de la iglesia.
Cúpula del Santuario de Santa Rosa de Ocopa.
Coro del Templo, con el imponente órgano alemán y el facistol tallado en madera.
Vista del Convento, en la que se aprecia la Iglesia y parte exterior del Claustro de la Portería.
Pinacoteca del Convento, en el que se conservan gran variedad de obras de arte pictóricas.