Justo del Río

Desde muy pequeño manifestó inclinación por las artes plásticas, por lo que con dieciséis años su padre lo envía a Francia para estudiar pintura.

Sus inquietudes ocupaban distintos ámbitos y así en 1916 funda, junto a otras personas, el Club Ciclista Burgalés.

En 1922, el 22 de mayo, contrae matrimonio con Francisca y entra a formar parte del Orfeón Burgalés como barítono.

Vestidas con trajes que Justo había pedido prestados por los pueblos y acompañadas por un grupo de dulzaineros del Ayuntamiento, pusieron en escena algunas de las danzas que tradicionalmente venían interpretando los danzantes en festividades como la del Corpus.

Animado por esta experiencia, Justo pone en marca las llamadas Escenas Castellanas, escenificaciones en las que sobre un pequeño guion se superponían canciones tradicionales, interpretadas por el Orfeón, y escenas de baile interpretadas por las niñas del Grupo de Danzas.

Justo se convertía también en percusionista e incluso en diseñador de esos instrumentos, cuando la ocasión lo requería.

Como se ha dicho más arriba, Justo del Río pedía prestados trajes en los pueblos para vestir a las chicas de su grupo, pero cuando esto no era posible recreaba esos trajes basándose en los elementos tradicionales que iban encontrando en sus viajes por la provincia.

Todo ello lo completaba con otras piezas etnográficas: loza, utensilios, alforjas, mantones y alhajas.

Fruto de la labor investigadora fue su libro, aparecido en 1959, Danzas típicas burgalesas, en el que introduce junto a la música, numerosos esquemas de coreografías, fotografías, vestuario y numerosos detalles, apuntes que iba tomando al vuelo en sus distintos viajes.

Se añade a cada composición dibujos, esquemas, normas para la interpretación, fotografías, y como ya ha quedado dicho, algunos datos cuestionables de carácter histórico o etnográfico.

En cualquier caso, y pese a estos detalles, Justo del Río se mantenía dentro de lo que eran los elementos netamente populares.

Lo que no podemos negarle en ningún caso a Justo del Río, pese a las licencias señaladas, es la «restauración» y «restitución» del folclore burgalés, que se había prácticamente perdido en muchos de los pueblos.