Dicho marqués pretendía reducir la criminalidad con actuaciones de renovación urbana como ser la limpieza de calles, el alcantarillado, el alumbrado público nocturno, la prohibición del uso de capas largas y sombreros grandes, ya que estos últimos ocultaban armas, productos de contrabando y rostros.
El rey Carlos III de España apaciguó la revuelta prometiendo la anulación del decreto, la destitución del Marqués de Esquilache y el abaratamiento del precio del pan, pero solo tuvo un efecto momentáneo ya que el motín se había extendido a otras ciudades y regiones de la península como ser Zaragoza, Elche, Crevillente y Guipúzcoa, entre otros lugares, en donde los motines se convirtieron en revueltas antiseñoriales.
Dicho decreto que se ejecutó en Santa Fe en el mes de julio[6] del mismo año,[6] reveló a través de los inventarios de las «temporalidades» llevados a cabo, la inmensa riqueza acumulada por la Orden jesuita, como ser iglesias, estancias, solares, talleres, ganados, mercaderías, mobiliarios, bibliotecas, alhajas, entre otras cosas.
[3][6] Maciel comandando las tropas logró ahuyentar a los aborígenes, consiguiendo así el éxito esperado, gracias a su habilidad y pericia con que llevó la campaña.
[3][8] De esta forma se fijaron las fronteras con guarniciones defensoras que se destacarían en los parajes y futuros fuertes de Melincué,[3][8] Pavón[3][8] e India Muerta.
Fruto del enlace entre Joaquín Maciel e Isidora Fernández de Valdivieso hubo nueve hijos: