Insignes Deo

[1]​ El papa siguió con especial atención e interés las vicisitudes de Hungría y los retos que las nuevas circunstancia presentaban a la iglesia de ese país,[2]​ alentándoles mediante varias cartas a evitar los peligros que algunas medidas legislativas del gobierno liberal podrían suponer para la religión.

En 1896 se celebraba el milenario del asentamiento del pueblo magiar en las tierras húngaras, el papa se une mediante esta carta a ese aniversario: Una acción de gracias, explica el papa, respuesta a los cuidados providentes de Dios de que ha gozado Hungría, y ocasión para recordar -lo que hace en esta encíclica- las bendiciones recibidas.

Pero, antes, se refiere a las muestras de cariño filial de los húngaros hacia el papa; y el amor del papa hacia ellos, ya manifestado en las dos cartas que les ha dirigido años anteriores.

Se refiere así al vínculo que refleja la corona que Silvestre II envió como regalo a Esteban, cuando le confirió el título de rey, porque "había difundido mucho la fe" de Cristo.

Los romanos pontífices se han mostrado siempre guardianes y defensores de la libertad de Hungría, en este sentido recuerda la ayuda que prestaron ante el peligro turco y, especialmente, el apoyo prestado por Inocencio XI.