Adiutricem populi
Entre las numerosas encíclicas que León XIII dedicó al Santo Rosario, Adiutricem populi tiene un cometido particular, pues en ella muestra su preocupación por las iglesias de Oriente.Se sitúa además en unos años en que las iniciativas pastorales del papa dirigidas a este objetivo adquieren especial entidad.Desde el inicio alentó su celebración, nombrando al cardenal Langénieux,[a] su legado personal al congreso, un hecho insólito hasta esa fecha; y a través de la diplomacia vaticana removió los obstáculos que, por distintos motivos,[1] ponían algunas naciones,[b] asegurando su carácter exclusivamente religioso.El papa recuerda el papel que encomendó Jesús a su madre como madre nuestra y cómo ha ejercido ese ministerio desde el principio, mostrándose madre de la Iglesia y maestra y Reina de los apóstoles a quienes comunicó parte de las divinas sentencias que "conservaba en su corazón".A ella han invocado también los príncipes defensores de la fe, para promover guerras santas, y los romanos pontífices para promulgar solemnes decretos.