[3] El hombre de Pekín se caracteriza por un cráneo largo y fuertemente fortificado, que presenta una barra ósea inflada que circunscribe la coronilla, cruza a lo largo del reborde de las cejas, sobre las orejas y se conecta en la parte posterior del cráneo, así como una quilla sagital que atraviesa la línea media.
El hombre de Pekín vivía en un entorno fresco, predominantemente estepario y parcialmente boscoso, junto a ciervos, rinocerontes, elefantes, bisontes, búfalos, osos, lobos, grandes felinos y un sinfín de otras criaturas.
De no ser así, habrían tenido que retirarse hacia el sur y regresar más tarde.
También se discute cómo los fósiles del hombre de Pekín se depositaron predominantemente en la cueva, bien porque vivieron y murieron allí, bien porque fueron asesinados por hienas gigantes (Pachycrocuta) y arrojados allí, además de otros procesos naturales.
Zdansky comenzó su propia excavación y finalmente encontró huesos que parecían molares humanos.
Los primeros especímenes de Homo erectus habían sido encontrados en Java en 1891 por Eugène Dubois.
El hombre de Java fue inicialmente bautizado como Pithecanthropus erectus pero más tarde fue transferido al género Homo.
Las excavaciones terminaron en julio de 1937, cuando los japoneses ocuparon Pekín durante la Segunda Guerra Sino-japonesa.
[3] A partir de 1979 las excavaciones continuaron en Zhoukoudian, encontrándose abundante industria lítica, pero ningún hueso hominino más.
No obstante, el modelo de Haeckel inspiró al científico holandés Eugène Dubois a unirse a la Compañía Holandesa de las Indias Orientales y buscar su "eslabón perdido" en Java.
Estas ideologías no sólo pretendían eliminar las influencias imperialistas, sino también sustituir las antiguas tradiciones y supersticiones chinas por la ciencia occidental para modernizar el país y elevar su posición en la escena mundial a la de Europa.
En Occidente, esto se vio favorecido por la popularización de la hipótesis del origen de la humanidad en Asia Central,[8], defendida principalmente por el paleontólogo estadounidense Henry Fairfield Osborn y su aprendiz William Diller Matthew.
[6] En la era maoísta, el Hombre de Pekín se anunciaba omnipresentemente como un antepasado humano en China.
Mayr los definió como un linaje secuencial, en el que cada especie evolucionaba hacia la siguiente (cronoespecie).
En su lugar, sostenían que todas las razas humanas modernas están estrechamente relacionadas entre sí.
[16] En los años 60 y 70, la posición del más antiguo Australopithecus en la evolución humana volvió a convertirse en centro de debate; en China, Wú Rǔkāng argumentó que el Australopithecus era el "eslabón perdido" entre los simios y los humanos, pero se encontró con muchas burlas de sus colegas chinos, sobre todo del soldado Lài Jīnliáng.
Jiǎ propuso que las primeras especies humanas evolucionaron en la meseta tibetana, y la adyacente Guizhou fue otro punto de génesis propuesto popularmente.
[23][24] Debido a la desaparición de los restos fósiles, los investigadores posteriores sólo han podido contar con los moldes y los escritos hechos por los descubridores.