Tanto Mallorca como Génova han reclamado la invención de la carta portulana, y es poco probable que esto se resuelva alguna vez.
[3] Las investigaciones recientes tienden a inclinarse hacia el primera interpretación, pero al mismo tiempo rechazan algunas de las afirmaciones italianas más extremas y reconocen el desarrollo mallorquín diferenciado.
La mallorquina se caracteriza por mostrar: una red de rumbos con un único centro; los ríos en color y en toda su extensión; las cordilleras con formas características estandarizadas; emblemas heráldicos; signos convencionales para ciudades y algunas ilustraciones tradicionales para lugares como Jerusalén o el Arca de Noé.
Los tipos de mapas producidos por la escuela mallorquina abarcan desde cartas náuticas simples hasta mapamundis circulares monumentales.
[5] Algunas cartas náuticas se vendían junto con instrumentos como brújulas y compases mientras que otras, las más ricamente decoradas, eran objetos ornamentales para regalo, destinadas a clientes en lugares tan lejanos como Francia, Inglaterra o Flandes.
Aunque la escuela italiana se adhirió en gran medida a su estilo poco denso, algunos cartógrafos italianos posteriores, como los hermanos Pizzigani y Battista Beccario experimentaron con temas mallorquines, e introdujeron algunas de sus características en sus propios mapas.
Excluyendo las ilustraciones pintorescas, las cartas de Mallorca son para la navegación tan detalladas y útiles como las italianas.
La producción de las cartas portulanas medievales se puede atribuir a dos escuelas principales: la italiana y la catalana.
[8] Incluso en este primer trabajo, ya están presentes todas las características distintivas de la escuela cartográfica mallorquina.
Dulcert hizo dibujos precisos y coloridos, que muestran todos los detalles topográficos incluyendo ríos, lagos, montañas, etc.
[10] Cresques, que sabía árabe, también usó las narraciones de viajes del explorador marroquí Ibn Battuta.
Mientras que las áreas bajo control musulmán estaban marcadas con cúpulas, Jerusalén estaba rodeada de relatos del Antiguo y Nuevo Testamento, como el Jardín del Edén, la crucifixión, el Arca de Noé y otros.
En la actualidad, el mal llamado Atlas Catalán se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia.
Se le ordenó mudarse a Barcelona, donde continuó su trabajo como cartógrafo de la corte.
Más tarde, Enrique el Navegante lo invitó a Portugal, pero sus mapas aún estaban hechos en las tradiciones Mallorquinas, y por eso se lo llamó "Mestre Jacome de Malhorca", ("Maestro Jacome de Mallorca").