Por una sabia economía, que no excluía generosidad o exhibiciones en ocasiones adecuadas, liberó a su tierra de las deudas, redujo los impuestos y dejó a su muerte una considerable suma en la tesorería.
En 1640, según el tratado de partición con sus hermanos, Ernesto recibió Gotha y se estableció en la ciudad.
Sus leyes no fueron concebidas en el espíritu de las ideas modernas sobre la libertad individual; impedían los compromisos secrtos intentó regular la vestimenta, y se extendía incluso al establo, la cocina y la bodega.
Se decía que sus campesinos estaban más instruidos que los ciudadanos y los nobles de otros lugares, y a su muerte, se dice, nadie en su tierra era analfabeto.
El mismo fallo se da en sus esfuerzos en asuntos eclesiásticos, que le hicieron acreedor del apodo de "Ernesto el Rezador"; pero una excusa se encuentra en la tremenda desmoralización causada por la guerra.
La Biblia fue su libro diario y luchó sin cesar para que su puebl fuera religioso según un modelo luterano estricto.
La instrucción religiosa, consistente en ejercicios de catequesis sin historia bíblica, fue mantenida incluso en años avanzados y es lógico que esta rígida compulsión en algunos casos derrotaran su propósito.
Oliver Cromwell lo contaba entre los más sagaces de los príncipes; en él se personificaba "la idea del príncipe patriarcal protestante y de un gobernados cristiano del Estado y la Iglesia que verdaderamente se preocupaba por ambos".