Un par de funcionarios detienen al gerente bancario Josef K., limitándose a decirle que se encuentra procesado.
Todos, como señala Titorelli el pintor, son parte del tribunal.
En la desesperación de K., producida por el nulo avance observable en la defensa, decide hacerse cargo por sí mismo de su proceso, que valga decirlo, cada día lo consume más; en ese escenario recurre a un paupérrimo pintor que se dedica a retratar a los jueces, quien le indica que puede serle de gran ayuda, si bien no para obtener una sentencia positiva, al menos para aplazar o suspender el proceso.
Finalmente, K. termina por confusas circunstancias conversando con un sacerdote, capellán de la cárcel, que le relata la famosa historia del hombre ante la ley.
El sacerdote le permite retirarse, pero no sin antes advertirle: "La justicia nada quiere de ti.
El resto de sus relaciones humanas se limitan a un tío que fue su tutor años atrás, una sobrina bondadosa pero ausente, su dependienta en la pensión en la que vive, sus vecinas en dicha pensión, y los personajes del banco; el director, el subdirector (que es su contrincante profesional), y una serie de funcionarios menores.
Visita, finalmente, a una mesera y prostituta omnipresente en la novela de nombre Elsa.
La vida de K. refleja la vida del hombre moderno, solitaria, competitiva y superflua; el proceso se introduce en su cotidianidad desgarrando su rutina y convirtiéndolo en un hombre entregado de pleno a la angustia de hacerse parte poco a poco del tribunal y su hermética maquinaria burocrática.
El nombre Josef probablemente proviene del Emperador Francisco José I, y K. como parece obvio, es una inicial tras la cual el propio Kafka, al referirse a sí mismo tanto en diarios de vida como en manuscritos, escondía su propio apellido (Los nombres propios, señalaba el autor, le resultaban confusos).
Superior y rival de K. en el Banco; es un hombre mayor que ve amenazada su posición frente a Josef.
La señorita Bürstner parece tener una vida ligeramente licenciosa y la situación vivida con K. no hace más que incomodarla.
El tío es quien consigue que finalmente K. se haga cargo de su proceso y asuma un rol activo en él, contratando a Huld como abogado y aconsejándole severamente en cuanto a su conducta frente a los diferentes personajes que circundan el tribunal, con quienes insiste que debe tenerse un enorme respeto.
Se encuentra enfermo, pero eso no le impide mantenerse activo gracias a sus vínculos con el tribunal.
Pintor de la corte, cargo hereditario propio de iniciados, que consiste en mantener un estándar entre los "jueces del pasado" y los actuales jueces, quienes necesariamente quieren ser pintados como sus antecesores.
Se le ha considerado en ocasiones como una obra política de orientación anarquista, como una obra filosófica existencialista y otra serie de tópicos que parecen quedarle cortos.