Integró la tradición científica conocida como Escuela neurobiológica argentino-germana y produjo asimismo trabajos de antropología filosófica, dejando esbozada una "Teoría general del hombre".
En tanto, su bisabuelo, don Marcos Carrillo (1790-1854), fue un oficial español nacido en Murcia, quien luchó para el bando realista y cayó prisionero del general Manuel Belgrano en la batalla de Salta.
[1] Se ha especulado con que el sanitarista Ramón Carillo pueda haber tenido, además, algún ancestro afro pero no está comprobado.
Al acercarse el final de su etapa universitaria, comenzó con sus primeras manifestaciones políticas públicas.
Ya graduado, abrazó definitivamente estas especialidades y obtuvo una beca universitaria para perfeccionarse en Europa, donde trabajó e investigó junto a los más destacados especialistas del mundo, entre ellos, Cornelius Ubbo Ariëns Kappers.
Dicha publicación se destacó por la vehemencia con que sus autores abogaron por la renovación de los conocimientos, la estructura y la sociabilidad médica.
La alta fiebre le dejó secuelas como hipertensión y cefaleas progresivamente más severas.
Durante esos años, Carrillo se dedicó únicamente a la investigación y a la docencia, hasta que en 1939 se hizo cargo del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Militar Central en Buenos Aires.
Este empleo le permitió conocer con mayor profundidad la realidad sanitaria del país.
Allí formó una escuadra de talentosos discípulos, entre ellos Germán Dickmann, Raúl Matera, D. E. Nijensohn, Raúl Carrea, Fernando Knesevich, Lorenzo Amezúa, Jorge Cohen, Jacobo y León Zimman, Rogelio Driollet Laspiur, Juan C. Christensen y Alberto D. Kaplan.
También durante esos quince años investigó las herniaciones del cerebro que ocurren en sus cisternas (hernias cisternales) y los síndromes que ocurren tras una conmoción o traumatismo cerrado cerebral (síndromes postconmocionales); descubrió la enfermedad de Carrillo o papilitis aguda epidémica; describió las esclerosis cerebrales durante cuya investigación realizó numerosos trasplantes de cerebro vivo entre conejos, y reclasificó histológicamente los tumores cerebrales y las inflamaciones de la envoltura más íntima del cerebro (aracnoides), inflamaciones llamadas aracnoiditis.
Le tocó intermediar varios meses en un conflicto universitario altamente politizado entre izquierdas y derechas.
Sin embargo, Moyano dijo sentirse incapaz de desempeñar ese rol y prefirió permanecer como científico.
Se implementaron campañas masivas a nivel nacional contra la fiebre amarilla, las enfermedades venéreas y otros flagelos.
Debido a que la vida en Nueva York se le hizo demasiado onerosa, Carrillo consiguió un empleo en la empresa estadounidense Hanna Mineralization & Co., la cual tenía una explotación en Brasil, a 150 kilómetros de la ciudad de Belém do Pará.
Allí conoció a un joven médico, el doctor Jourdy, quien se convirtió en su amigo y discípulo.
También durante esos quince años investigó las herniaciones del cerebro que ocurren en sus cisternas (hernias cisternales) y los síndromes que ocurren tras una conmoción o traumatismo cerrado cerebral (síndromes postconmocionales); descubrió la enfermedad de Carrillo o papilitis aguda epidémica; describió las esclerosis cerebrales durante cuya investigación realizó numerosos trasplantes de cerebro vivo entre conejos, y reclasificó histológicamente los tumores cerebrales y las inflamaciones de la envoltura más íntima del cerebro (aracnoides), inflamaciones llamadas aracnoiditis.
Numerosos autores coinciden en que el legado más importante que dejó el Dr. Carrillo fueron las ideas, principios y fundamentos que acompañaron su accionar: Fue amigo del médico argentino Orlando Canavesio (1915-1957), con quien creó el Instituto de Psicopatología Aplicada (hoy Hospital Ameghino) y ambos llevaron a cabo estudios con psíquicos y radiestesistas.
En 2005, su hermano Arturo Carrillo editó un libro que expone la magnitud de sus logros y sacrificios.