El Ejército del Norte, al mando del general Manuel Belgrano y de Eustoquio Díaz Vélez como mayor general o segundo jefe, derrotó por segunda vez a las tropas realistas del brigadier Juan Pío Tristán, a las que había batido ya en septiembre anterior en la batalla de Tucumán.
En cuatro meses logró mejorar la disciplina de las tropas, proporcionarles instrucción y reclutar suficientes efectivos como para duplicar su número.
El parque y artillería abandonados por Tristán en la anterior batalla le había permitido organizarse con mucha mayor soltura.
La bandera fue conducida por el mayor general Eustoquio Díaz Vélez, a quien llevaba en medio el coronel Martín Rodríguez y el general Belgrano escoltados por una compañía de granaderos que marchaban al son de música.
Aprovechando la lluvia que disimulaba sus acciones, el ejército emprendió la marcha a través del áspero terreno, avanzando lentamente a causa de la dificultad de transportar los pertrechos y la artillería.
El general José María Paz en sus Memorias póstumas describió el orden de batalla:
[4] Ante la inesperada maniobra, Tristán dispuso sus tropas nuevamente para resistirlo; alineó una columna de fusileros sobre la ladera del cerro San Bernardo, reforzó su flanco izquierdo, y organizó las 10 piezas de artillería con que contaba.
La frenética carga quebró la resistencia enemiga, obligándolos a retirarse hacia la ciudad, donde continuaron los combates.
Quebrada la posibilidad de contraataque, los realistas vencidos retrocedieron desordenadamente, arrastrando en su fuga a la reserva.
[5] El enviado realista a parlamentar fue el coronel La Hera quien negoció con Belgrano que al día siguiente los soldados abandonarían la ciudad en marcha, con honores de guerra, y depondrían las armas; Belgrano garantizaba su integridad y libertad a cambio del juramento de no empuñar nuevamente las armas contra los patriotas, un gesto inusual que ganó para su causa a no pocos de los combatientes enemigos.
Como consecuencia de este triunfo los ejércitos realistas fueron detenidos en su avance hacia el sur y estas tierras nunca más pudieron ser recuperadas para el extinto Virreinato.
Los triunfos de Tucumán y Salta permitieron la recuperación del Alto Perú por los rioplatenses.
[15] Belgrano dispuso se enterraran los 480 caídos realistas y los 103 independentistas en una fosa común.
Fueron siete los proyectos que se presentaron como consecuencia del llamado a concurso para su erección.
El importante y bello monumento está formado por cuatro cuerpos o planos cubiertos en piedra.
En el cuarto y último cuerpo sobresale una estatua, compuesta de bronce, que representa la victoria en la célebre batalla.