Diego González de Iguña

A principios del siglo VIII, Táriq ibn Ziyad y Musa ibn Nusair hunden con rapidez inusitada el poder visigodo en el norte de la península ibérica; y los ejércitos árabes llegan al borde mismo de altas cumbres.

Siendo el momento de una nueva resistencia ante el invasor, llevada ésta a cabo por grupos cántabro-romanos, mandos visigodos y numerosas gentes; que huyendo ante el temor de los vencedores logran unirse y dar nacimiento así al Reino astur-cántabro.

La actividad preferente del varón era la guerra, en la que los Cántabros destacaban como guerreros de un heroísmo, a veces, rayando la locura.

No solo luchaban entre sí, sino que depredaban en los momentos propicios y se ofrecían como soldados mercenarios en zonas relativamente lejanas.

Al momento, su guardia se pone a su lado y esperan al resto de los enemigos, que habiendo visto y oído no se atreven a pasar el valegón.

El Valí de Al-Ándalus entonces, acuerda no cruzar el Besaya, regresando a los valles del sur.

Escudo de armas de los «Quevedo». Pintura del siglo XIX .