En la Nueva Galicia se estableció como comerciante y productor agrícola asentándose en la Provincia de Santiago Tonalá, fundando así las ricas haciendas de San Juan Arroyo de Enmedio, el Cuatro y anexas, Santa Cruz, El Castillo y el Rosario.
El Oidor, Don Manuel García de Quevedo, al enterarse por Don Roque Abarca, que se iba a fusilar al Gral.
Allende, hecho prisionero en la batalla; salió a todo escape al citado Puente de Calderón y personalmente lo protegió llevándolo consigo a Guadalajara para salvarlo, comprendiendo que el General Allende cumplía solo con su deber en la campaña de la insurgencia.
Al triunfar poco después la insurgencia en esa Provincia de Nueva Galicia, el propio General Allende acudió a proteger a su vez al Oidor Señor de Quevedo, haciéndole ver que debía salir del territorio nacional para salvar su vida y la de su numerosa familia, pues el triunfo del ejército Insurgente era ya arrollador y daba motivo a fusilamientos continuos de los jefes del ejército colonial de las fuerzas realistas.
Francia acogió de inmediato al Señor de Quevedo, ya que él mismo había prestado sus servicios como Cónsul Bonapartista en la Nueva Galicia.
El más joven de sus hijos, Don Bernabé, se consagró con gran honra a la carrera eclesiástica, radicando en Bayona donde fue muy querido y venerado por las benéficas instituciones católicas que fundó para la protección dé los jóvenes allí y en Biarritz; derramó a manos llenas su propia fortuna.
Don Bernabé, no queriendo perder su nacionalidad mexicana nacionalizándose francés, como lo exige la Legislación Eclesiástica Francesa, prefirió quedar tan solo como canónigo de la Catedral de Bayona y Obispo in pártibus.