Su efecto se debe a su acción sobre las proteínas citoesqueléticas del huso mitótico denominadas tubulinas.
De este modo, en presencia de colchicina la división celular se interrumpe o bien da origen a células que son inviables debido a su carga cromosómica anómala.
[2] Utilizada durante muchos años como la piedra angular del tratamiento de la gota, hasta la aparición de los antiinflamatorios no esteroideos (AINE), tiene cierto protagonismo en la terapéutica actual como inmunomodulador y antifibrótico en diversas enfermedades autoinmunes (como esclerodermia, cirrosis biliar primaria, fibrosis pulmonar,[3] etc.) y otras enfermedades como amiloidosis, dermatitis herpetiforme, pericarditis y pseudogota.
Es también un antiinflamatorio no específico debido a la disminución del aflujo leucocitario e inhibición de la fagocitocis.
El propio Benjamin Franklin sufría de gota, y según se sabe, lo introdujo en Estados Unidos.
La colchicina es una alternativa para aquellas personas intolerantes a los AINEs que padecen gota.
A dosis altas, los efectos secundarios (principalmente trastornos gastrointestinales) limitan su uso.
La toxicidad acumulada es una alta probabilidad en este entorno clínico, y puede producirse una neuromiopatía grave.
La presentación incluye un inicio progresivo de debilidad proximal, creatina quinasa elevada y polineuropatía sensitivomotora.
Las dosis altas también pueden dañar la médula ósea, conducir a la anemia y causar pérdida de cabello.
Cuando es grave, puede ser necesaria una reducción de la dosis o la cesación completa del fármaco.
El movimiento browniano no es suficientemente significativo en estos nervios periféricos para permitir que las vesículas alcancen su destino.
Se desconoce el metabolismo exacto de la colchicina en el ser humano, pero estudios in vitro indican que puede experimentar desmetilación oxidativa por el CYP3A4.
Solo 10 a 20% es excretada en la orina, aunque esto aumenta en los pacientes con hepatopatía.
[12][13] La colchicina es un fármaco de estrecho margen terapéutico que se absorbe en un 25-50% por vía oral, se une aproximadamente en un 39% a la albúmina plasmática, sin relación directa con la concentración, y se fija sobre todo a tejidos, principalmente la mucosa intestinal, el hígado, los riñones y el bazo, a excepción del músculo miocárdico, músculo esquelético y pulmones.
La semivida de eliminación en voluntarios sanos oscila entre las 26-32 horas; en pacientes con insuficiencia hepática grave el aclaramiento se ve significativamente disminuido y prolongada su vida media, mientras que en pacientes con insuficiencia hepática leve a moderada, los datos ofrecen una alta variabilidad inter-paciente.
La dosis letal se estima en 40-65 mg, aunque existe una gran variabilidad idiosincrásica.
El único tratamiento específico son los anticuerpos monoclonales específicos pero no se encuentran disponibles en el mercado; consisten en fragmentos Fab (cadena ligera y región variable de la cadena pesada).