[4][5] En 1869 Miescher aisló del núcleo celular una sustancia molecular pesada y fosforada a la que llamó nucleína.
Levitsky parece haber sido el primero en definir el cariotipo humano como la apariencia fenotípica de los cromosomas somáticos, en contraste con su contenido genético.
Antes de este descubrimiento, se postulaba que la recombinación genética podría ocurrir durante la meiosis.
[16] Estudiando esa morfología, fue capaz de relacionar caracteres que se heredaban conjuntamente con segmentos cromosómicos (análisis del ligamiento).
Joe Hin Tjio, que trabaja// en el laboratorio de Albert Levan,[13]-->[14] fue el responsable de encontrar el enfoque: Se necesitaban nuevas técnicas para resolver definitivamente el problema: Hasta 1956 no fue generalmente aceptado que el cariotipo del humano incluía solamente 46 cromosomas.
Durante su trabajos de citogenética, McClintock descubrió el gen saltarín, una secuencia de ADN que puede moverse a diferentes partes del genoma, hoy llamados transposones, un hallazgo que finalmente la llevó a ganar el Premio Nobel en 1983.
Esto tenía la ventaja de descartar la migración como una posible respuesta a los resultados.
Las poblaciones que tenían inversiones de frecuencia inicial conocida se podían mantener en condiciones controladas.
[25] La presencia de un patrón común entre organismos tan distantes en la filogenia como el lirio y el ratón, llevó a los autores a concluir que la organización del entrecruzamiento meiótico al menos en los eucariotas superiores, probablemente tenga una distribución universal.
En algunos trastornos congénitos, como el síndrome de Down, la citogenética reveló la naturaleza del defecto cromosómico: una trisomía "simple".
En 1959, Lejeune[26] descubrió que los pacientes con síndrome de Down tenían una copia adicional del cromosoma 21.
Muchas más combinaciones pueden aparecer sin ser letales como XXX, XYY y XXXX.
En 1960, Peter Nowell y David Hungerford[27] descubrieron un pequeño cromosoma en los glóbulos blancos de pacientes con leucemia mieloide crónica (LMC, Chronic myelogenous leukemia).
En algunos tipos de cáncer, concretamente en noeplasias hematológicas, los citogenéticos pueden determinar qué translocaciones cromosómicas están presentes en las células malignas, facilitando el diagnóstico y la susceptibilidad al tratamiento (por ejemplo el mesilato de imatinib en casos del cromosoma Filadelfia).
Este método requiere un microscopio de fluorescencia y ya no es usado tan ampliamente como el bandeo con Giemsa (bandeo-G).
Este método es muy útil si se quieren teñir los extremos distales de los cromosomas.
Esto permite detectar anomalías menos obvias que normalmente no se verían con los bandeos convencionales.
Tras poner a las células en un medio hipotónico, se añade fijador Carnoy (etanol y ácido acético glacial 3:1).
Esto matará a las células, lisará los eritrocitos, y endurecerá los núcleos de los glóbulos blancos que queden.
Las células se fijan rápido por regla general para eliminar los restos de los eritrocitos sobrantes.
Tras el paso de las muestras por un horno o esperando unos días, están listas para el bandeo y el análisis.
El análisis de cromosomas bandeados se hace al microscopio por un laboratorio clínico especializado en citogenética (CLSp(CG)).
En general se analizan unas 20 células, que es suficiente para descartar el mosaicismo a un buen nivel.
Se hace un sumario de los resultados que son estudiados por un citogenetista y se remiten al médico para poder escribir una interpretación teniendo en cuenta la historia clínica previa de los pacientes y otros datos clínicos.
Para oncología en general se apuntan un gran número de células interfásicas en orden para descartar bajos niveles de enfermedades residuales, normalmente entre 200 y 1000 células se contabilizan y apuntan.