La leucemia mieloide crónica (LMC) catalogada como cáncer, es una neoplasia mieloproliferativa crónica que afecta a las células precursoras o formadoras de glóbulos rojos y blancos, también llamados hemocitoblastos de la sangre.
Se origina por una mutación genética, que corresponde a una traslocación entre los cromosomas 9 y 22.[1][2].
[3] La LMC puede afectar diferentes órganos: Sangre: Hay un elevado recuento leucocitario y es característico que sobrepase los 20 000 blancos/mm3 pudiendo alcanzar cifras de 200 000 blancos/mm3.
Células granulocíticas en vías de maduración: Las más numerosas son mielocitos y neutrófilos.
Existe fibrosis de médula ósea infrecuente y se observa en los estadios terminales.
Hígado: Se observa infiltración difusa, en algunos casos masiva, por células de LMC dando lugar a hepatomegalia moderada o severa que puede o no acompañarse de metaplasia mieloide la cual puede disponerse periportal, venacentrolobulillar y algunas veces con patrón perisinusoidal.
Ganglios linfáticos: Se observan afectados en etapas tardías de la enfermedad en donde se puede observar un infiltrado de células leucémicas que distorsiona la arquitectura normal del ganglio, que lo permeabiliza en las áreas persisinusoidales no viéndose los centros germinales.
Tiene tres fases: Hay veces que para diagnosticar la LMC es suficiente cuando el paciente cursa con importante leucocitosis y significativa esplenomegalia.