Salustio

[2]​ Perteneciente a una familia plebeya, Salustio nació en Amiternum el 1 de octubre del año 86 a. C. Tuvo una infancia y juventud enfermizas.

Su familia se trasladó bien pronto a Roma, donde Salustio pudo comenzar su carrera política.

Sin embargo, no siguió una carrera política normal, pues saltó varios puestos.

Por entonces, el ambiente en Roma estaba enrarecido debido a la lucha entre optimates y populares, que había desembocado en verdaderas peleas entre bandas armadas.

[6]​ César se propuso como líder de la facción popular, aun cuando la guerra contra los galos lo mantenía alejado.

Se cree también que Milón era contrario a Salustio por motivos personales: años antes había sido sorprendido cometiendo adulterio con la mujer de Milón, delito por el que había sido fustigado y pagar una multa.

[8]​ No obstante su amistad con César, un año después fue expulsado del Senado por el censor Apio Claudio Pulcro bajo la acusación de inmoralidad grave.

Parece que se trató más bien de una venganza política actuada por parte de la oligarquía senatorial, y en particular por Apio Claudio y por Lucio Calpurnio Pisón, censores aquel año, que además eran declarados pompeyanos.

Luego Salustio estuvo al lado de César durante la guerra civil del 49 a. C. Ese mismo año, y sin duda debido a la influencia del mismo César, fue reinstaurado en el Senado.

Acusado nuevamente de concusión, logró con gran dificultad evitar la condena, pero su carrera política, irremediablemente comprometida tras este episodio, podía considerarse concluida.

[9]​ Quizás fue el mismo César quien le sugirió, o incluso le impuso, el retiro a la vida privada para evitarle una condena ulterior y una nueva y degradante expulsión del Senado.

Fueron escritos cuando los conflictos entre Octaviano y Marco Antonio que llevaron a una guerra civil el año 33 a. C. se estaban delineando.

Debemos asumir que Salustio recolectó y unió materiales diversos durante su periodo como gobernador en Numidia.

Tras las dos monografías, Salustio se cimentó también en una obra analística de más amplias miras, las Historiae.

El cuadro general mantiene un marcado pesimismo; en la narración se presenta a aventureros y corruptos, en un clima de grave decadencia.

Su admiración va hacia aquellos rebeldes que, como Sertorio, se pusieron como jefes de un reino independiente en la península ibérica, y que contestan abiertamente las instituciones republicanas, llegando a la fama gracias al propio valor y no a maniobras demagógicas.

En cambio, Pompeyo es caracterizado de manera polémica: Salustio, fiel a su política pro Caesare, no pierde oportunidad para presentarlo como un activista, que desencadena las más bajas pasiones del pueblo solo por fines políticos.

Existen también varias obras erróneamente atribuidas a Salustio o que se perdieron.

En una situación tan complicada, en la que la lucha por el poder era increíblemente brutal y parecía evidente un casi incolmable vacío de ideales, no era posible asumir una posición ideológica definitiva.

En este sentido es necesario interpretar la elección del género monográfico, que constituía para el público romano (y sin auténticos precedentes ni siquiera en la historiografía griega) una novedad respecto a la tradicional forma de los anales.

Justificable también por razones puramente literarias (en la época de los poetae novi, dominada por el nuevo gusto alejandrino, de hecho era vivo el deseo por obras breves y más elaboradas), esta elección se explica sobre todo por su función aclaradora y didáctica en relación con los lectores, ya que favorece la focalización de la atención en un problema único y específico, prestándose a profundas reflexiones sobre la historia de Roma, en especial sobre temas sociales e institucionales.

La nobilitas corrupta, en vez de constituir, como en el pasado, la guía segura del Estado, podía ceder ante formas de verdadera criminalidad política: Catilina es la encarnación del peligro eversivo que amenazaba ya abiertamente a la res publica.

Este diagnóstico, desapasionado y a veces cruel, concuerda con ese tono «dramático» que es una característica fundamental de la historiografía salustiana.

Sin embargo, se queda fundamentalmente en una posición moderada; no desea la destrucción de las bases sociales del Estado y busca más bien precisar las causas morales que causan la enfermedad de Roma.

Junto con restablecer la concordia entre las clases ricas,[14]​ es necesario ampliar la base senatorial, «enrolando nuevas levas» de la élite municipal.

Se esperaba que Cicerón, con su estilo fluido y armonioso incidiese también en este campo, concibiendo la historia como opus oratorium maxime (idea de matriz helenística).

El contraste entre su juventud y el tono altamente moral adoptado en sus escritos se usó frecuentemente como motivo de reproches hacia su figura, aunque no existe ninguna razón para pensar que no se hubiera reformado.

Su preferencia por las viejas palabras y frases (es decir, la utilización de arcaísmos) en las que imitaba a su contemporáneo Catón el Joven, fue ridiculizada como un defecto por autores como Tito Livio o Gayo Asinio Polión.

Busto de Julio César .
La Numidia, convertida en provincia después de la guerra civil con el nombre de Africa Nova.
Primera página de la edición de La conjuración de Catilina de Joaquín Ibarra (Madrid, 1772).
Busto de Pompeyo.
Propaganda electoral de Catilina y Catón.
Caricatura del siglo XIX del descubrimiento por parte de Cicerón de la conjuración de Catilina.
Reconstrucción de Roma en tiempos de Salustio.
Busto de Tucídides.
Retrato de Marco Porcio Catón.
Frontispicio del Bellum Catilinae de Bartolomeo San Vito, realizado para Bernardo Bembo , conservado en la Biblioteca Apostólica Vaticana .