En 1941, Filipinas servían de base para la recién organizada Fuerza Aérea estadounidense del Lejano Oriente (FEAF por sus siglas en inglés), la cual debía ser neutralizada para poder garantizar la superioridad aérea nipona mientras que el Grupo de Ejércitos Expedicionario del Sur avanzaba contra Malasia y las Indias Orientales Neerlandesas, colonias europeas.
[2] La Fuerza Aérea estadounidense, al mando del mayor general Lewis H. Brereton, estaba compuesta por 35 bombarderos B-17 y 107 cazas P-40.
[2] El almirante Thomas Hart era el comandante de la Flota Asiática, que debía defender las aguas filipinas pero, aunque contaba con un crucero pesado, un crucero ligero, 29 submarinos y 14 destructores de la Primera Guerra Mundial, al igual que el ejército y la aviación, estaba en desventaja frente a la flota japonesa.
Para la invasión de Filipinas se destinó el 14.º Ejército japonés, al mando del teniente general Masaharu Homma.
El 5.º Grupo Aéreo, dependiente del Ejército, estaba compuesto por 20 batallones y era comandado por el teniente general Hideyoshi Obata.
[3] La 3.ª Flota japonesa, comandada por el almirante Ibo Takahashi, tenía como objetivo principal proteger a los transportes y resguardar las costas durante los desembarcos.
Además, las tres noches anteriores se habían reportado sobrevuelos de aviones no identificados sobre Clark Field, la principal base aérea estadounidense en Filipinas.
[4] Media hora después, el general Brereton solicitó a MacArthur permiso para bombardear Formosa, pero este se negó, alegando que no disponían de suficiente información sobre las bases enemigas en la isla.
[5] En ese momento, 196 aviones japoneses habían abandonado Formosa y se encontraban en dirección al aeródromo.
Aunque Clark Field fue alertado del inminente ataque, el mensaje no subió en la cadena de mando, y cuando la primera oleada japonesa, 27 bombarderos Mitsubishi G3M2, llegó finalmente a las 12.35 p. m., encontró a todos los bombarderos de Clark Field en la pista preparándose junto con sus cazas para un ataque contra Formosa programado para la tarde.
[6] A la primera ola de bombarderos siguió una similar, la cual atacó desde gran altura, casi sin ser molestada por la artillería antiaérea.
Solamente tres cazas P-40 lograron despegar para hacerles frente, y otros cinco fueron destruidos mientras avanzaban por la pista.
El 8 de diciembre, el almirante Hart había enviado a su principal fuerza operativa, liderada por el crucero pesado USS Houston, hacia Borneo, colonia holandesa.
El 10 de diciembre, Hart reportó que Manila ya no podía ser mantenida como una base naval debido a la supremacía japonesa en el aire y continuó enviando más barcos al sur, donde creía que contribuirían mejor en la defensa de Malasia y las Indias Orientales Neerlandesas.
El comandante divisional anunció haber impedido un importante desembarco japonés y el episodio fue conocido como la batalla del golfo de Lingayen.
En aquel momento, solamente cuatro bombarderos B-17 permanecían en Filipinas, y luego de arrojar bombas sobre el convoy japonés, escaparon a Australia.
Durante los desembarcos, los submarinos dejados por Hart fueron utilizados ineficazmente, y causaron menos daño del esperado.
[16] En la Conferencia Arcadia, inaugurada el 24 de diciembre en Washington D. C., el gobierno estadounidense decidió dar prioridad a la guerra en Europa.
En Batán se encontraban apiñados 15 000 soldados estadounidenses y 65 000 filipinos, de estos últimos solamente 10 000 habían recibido un entrenamiento adecuado.
Un regimiento japonés, al mando del coronel Takeo Imai, avanzó contra las líneas defensivas y rápidamente fue reducido a un tercio por la artillería.
[22] Durante las siguientes semanas, Homma intentó flanquear la nueva línea desde el mar, realizando cinco desembarcos detrás del frente, en la costa oeste de la península.
Peor aún, Homma recibió un telegrama del Primer Ministro Hideki Tōjō, expresando su malestar por el desarrollo de la batalla.
Después de leer la carta, Homma, quien ya estaba bajo presión desde hacía varias semanas, se desmayó.
Si se le concedía planeaba desmovilizar al ejército filipino y declarar neutral a su país.
El escape de MacArthur causó molestar en Tokio, y el primer ministro Tojo perdió la confianza en que Homma pudiese terminar la campaña sin ayuda.
Homma tenía confianza en este nuevo plan, además contaba con 50 000 tropas, muchas de las cuales estaban descansadas.
del 9 de abril, King rindió incondicionalmente Batán ante el Coronel Motoo Nakayama, quien le aseguró que sus tropas serían tratadas bien.
El manual del soldado japonés declaraba: De los 76 000 prisioneros iniciales, solamente 54 000 llegaron a su destino final, Camp O'Donell.
[1] Es difícil estimar el número correcto de muertos durante la marcha, ya que muchos escaparon o fueron liberados por oficiales como Imai.
Al regresar a Japón, Homma recibió una recepción de comandante victorioso, pero no se le permitió presentar su informe ante el Emperador Shōwa.