Homma tuvo que tomar Corregidor, ya que mientras la isla permaneciera en manos estadounidenses, a los japoneses se les negaría el uso de la bahía de Manila, el mejor puerto natural del Lejano Oriente.
Había sido fortificada y armada con potentes cañones costeros antes de la Primera Guerra Mundial.
Su área más ancha y elevada, conocida como Topside (lado alto), alojaba la mayoría de los 56 cañones costeros.
El acceso al complejo se realizaba desde el túnel principal y por una entrada externa sobre el lado norte de Malinta Hill.
La artillería costera contaba con 13 piezas, con sus defensas antiaéreas enlazadas a las de la isla Corregidor.
Los estadounidenses construyeron el Fort Frank en esta isla, que a fines de 1941 tenía una guarnición del 400 hombres, principalmente Exploradores Filipinos.
Pocos de los refuerzos estaban entrenados y equipados para combate en tierra.
Los bombardeos continuaron durante los cuatro días siguientes, pero solamente se efectuaron dos incursiones de bombardeo en lo que restaba de enero, por lo cual los defensores aprovecharon para mejorar y reforzar considerablemente sus posiciones.
Cuando el bombardeo mató a los caballos, los hombres arrastraron los cadáveres al comedor para comérselos.
Desde Cebú, siete barcos mercantes privados bajo órdenes del Ejército estadounidense fueron cargados con alimentos y zarparon hacia Corregidor.
Se estima que para el 4 de mayo, los japoneses habían disparado 16.000 proyectiles sobre Corregidor.
Entre los pasajeros estaban el Coronel Constant Irwin, que llevaba la nómina completa de todo el personal del Ejército, Armada y Marines que seguía con vida; el Coronel Royal G. Jenks, oficial de finanzas, con los libros contables; el Coronel Milton A. Hill, inspector general, tres oficiales del Ejército, seis de la Armada y unas trece enfermeras.
Las tropas japonesas tuvieron considerables problemas para desembarcar soldados y equipos.
Sin embargo, algunos lograron enlazarse con la primera fuerza invasora y avanzaron juntos tierra adentro, capturando la Batería Denver el 6 de mayo a las 1:30 a. m. Los estadounidenses lanzaron un contrataque para expulsar a los japoneses de la Batería Denver, siendo esta la lucha más dura entre ambas fuerzas, virtualmente cuerpo a cuerpo.
Pocos refuerzos lograron llegar para apoyar al 4.º Regimiento de Marines, pero la batalla se convirtió en un duelo entre las viejas granadas de la Primera Guerra Mundial contra los letalmente precisos lanzagranadas japoneses.
A las 4:30 a. m., el Coronel Howard desplegó sus últimas reservas, compuestas por unos 500 Marines, unos pocos marineros y los soldados del 4.º Batallón.
Para empeorar la situación, 800 soldados japoneses desembarcaron a las 5:30 a. m. El 4.º Regimiento de Marines mantuvo sus posiciones, pero los estadounidenses perdían terreno en otras áreas.
Los japoneses también tenían problemas: varias cajas de munición se perdieron durante el desembarco.
Al tanto de las consecuencias de la captura del túnel por los japoneses, en cuyo interior yacían unos 1.000 heridos y dándose cuenta de que el túnel Malinta no podría resistir por más tiempo, el Teniente general Jonathan Wainwright supo que más soldados japoneses serían desembarcados por la noche.
Las enfermeras del Ejército y la Armada estadounidenses (llamadas "Ángeles de Bataán y Corregidor") continuaron trabajando en Corregidor por varias semanas, para después ser enviadas a Santo Tomás.
Durante la guerra, miles de prisioneros fueron enviados al archipiélago japonés como trabajadores forzados.
Mientras que la mayoría de las fuerzas Aliadas en Corregidor se rindieron, varios soldados continuaron luchado como guerrilleros.