Artevelde aceptó aunque no estaba en absoluto dispuesto a destinar todos los recursos de que disponía para esta guerra.
Mientras esto ocurría, Eduardo se quedaría en Flandes e intentaría reunir una segunda fuerza militar que usaría para marchar sobre la fortaleza fronteriza de Tournai y asediarla.
Al mismo tiempo, se hicieron levas por la región del norte de Francia para reunir un ejército que estuviera listo en el menor tiempo posible para entablar combate con las fuerzas angloflamencas.
Ambos generales pusieron la ciudad en pie de guerra, evacuaron a la población no militar, demolieron los arrabales y fortificaron las murallas.
Sin embargo, esta estrategia fracasó cuando varios caballeros francos, ansiosos por entablar combate, desobedecieron las órdenes de sus generales y cargaron sobre el flanco izquierdo del ejército angloflamenco.
Las tropas francesas detuvieron su retirada y cargaron nuevamente, comenzando de este modo una escaramuza que duró toda la tarde.
Al día siguiente, Roberto pudo contemplar los efectos del desastre que había ocurrido con sus tropas de reserva.
Dejando atrás todo aquello que le impidiera la huida, Roberto regresó al ejército del rey inglés con las mejores unidades y asegurando haber conseguido una victoria parcial.
La batalla tuvo pocas consecuencias a largo plazo ya que las fuerzas de ambos bandos seguían en combate y la situación estratégica apenas había sufrido cambios.
Poco después, el rey inglés abandonaba su posición en Gante y marchaba al infructuoso asedio de Tournai.