Aunque internamente provocó una insurrección, la afrenta no tuvo gran efecto sobre las relaciones con Enrique, quien aceptó a cambio de la renuncia de Fernando I a los territorios fronterizos castellanos acordados en el tratado.
Una vez que Fernando I aceptó, él rápidamente prometió luego su hija al rey Carlos III de Navarra.
Con la ayuda del petrista Juan Fernández de Andeiro cerró un acuerdo con él conforme a que se comprometía a ayudarle con un ejército inglés, cuando empezase las hostilidades con Castilla.
Fernando I aceptó y ejecutó al año siguiente el acuerdo.
Sin embargo, según algunos historiadores, el inglés se mostró tan ofensivo con Fernando como con sus enemigos, cuando sus tropas llegaron a Portugal en el mismo año después de que empezasen las hostilidades.
Adicionalmente la flota portuguesa fue destruida por la castellana en la batalla de la isla Saltés, lo que al año siguiente puso a Lisboa en peligro por mar.
Eso provocó un levantamiento en Lisboa, que se extendió por todo el país.