Antifúngico

Dado que los hongos además de tener usos beneficiosos para el ser humano (levadura del pan, hongos de fermentación de los quesos, los vinos, la cerveza, entre otros muchos ejemplos) forman parte del colectivo de seres vivos que pueden originar enfermedades en el ser humano, el conocimiento y uso de los antifúngicos es de vital importancia a la hora de tratar muchas enfermedades.

Esta sustancia, al demostrar su utilidad, se convierte en el patrón de referencia de todos los nuevos antifúngicos descubiertos desde entonces, sobre todo porque podía utilizarse por vía parenteral.

[2]​ A partir de este momento son numerosos los descubrimientos de nuevas sustancias que tienen propiedades antifúngicas.

La mayoría sólo ocuparán un lugar en el tratamiento tópico (clotrimazol, miconazol o econazol, por citar sólo los primeros de una larga lista), pero algunos de ellos alcanzarán mayor transcendencia por la posibilidad de usarlos por vía parenteral, lo que les da una vital importancia en el tratamiento de enfermedades mortales hasta ese momento.

En los primeros años del siglo XXI han aparecido o se encuentran en avanzado estudio al menos ocho fármacos nuevos, y se están investigando nuevos grupos que pueden traer consigo la síntesis de mejores antifúngicos.

Apoyándonos en el Sistema de Clasificación Anatómica, Terapéutica, Química auspiciado por la OMS, podemos clasificarlos de la siguiente manera:[3]​

Obsérvese que algunos antifúngicos aparecen en dos listados.

Esto es así porque pueden utilizarse tanto por vía tópica como sistémica.

Esto se debe a que el producto puede tener otras propiedades y se ha incluido también dentro del grupo correspondiente.

Así, por ejemplo, el Ketoconazol lo podemos encontrar como D01AC08 (antifúngico tópico derivado del imidazol), como J02AB02 (antifúngico sistémico derivado del imidazol) y como G01AF11 (antiséptico urinario derivado del imidazol).

En los hongos se reconocen tres formas diferentes de resistencia a los antifúngicos, y al menos una de ellas depende del contacto que hayan tenido previamente los hongos con las sustancias implicadas.

Así, el uso de productos inadecuados, a la dosis inadecuada, o durante un período de tiempo demasiado corto, puede facilitar el cambio en las características del hongo y pasar de ser sensible a un antifúngico a resistente al mismo.

La similar estructura de muchos de los antifúngicos empleados hace que presenten resistencia cruzada.Es decir, que siendo un hongo resistente a un miembro del grupo (por ejemplo el itraconazol, derivado triazólico) puede también presentar resistencia a los otros fármacos del mismo grupo (por ejemplo el fluconazol, otro derivado triazólico).

[11]​ Los médicos hospitalarios han de enfrentarse a infecciones más complicadas y resistentes al tratamiento, por lo que tienen especial cuidado en utilizar los antifúngicos, y en general todos los antibióticos, de la forma más útil posible.

El voriconazol, posaconazol, caspofungina, micafungina y anidulafungina son fármacos que han visto la luz en este siglo.

Los dos primeros como perfeccionamiento de los derivados del núcleo triazólico ya existentes (itraconazol) y los tres últimos como derivados de las equinocandinas, que posiblemente tengan grupo propio en un futuro.

[13]​ Moléculas en estudio y que aún no han sido aprobadas hay bastantes, en distintos estadios de investigación.

Candida albicans al microscopio óptico.