[3] El especial interés etnográfico de estos talleres artesanos se debe a sus técnicas rudimentarias:[4] La historiadora y etnógrafa Natacha Seseña y el Equipo Adobe, en sus monografías y estudios dedicados a la alfarería provincial,[4] mencionan alfares zamoranos desaparecidos en Benavente, Carbellino de Sayago, Cibanal, El Cubo del Vino, Fornillos de Fermoselle, Junquera de Tera, Muelas del Pan, El Perdigón y Venialbo.La producción de cazuelas -muy apreciadas por la calidad de las arcillas de la zona ricas en cuarzo y mica- y pucheros aumentaba en abril y mayo, casi desapareciendo durante el verano porque las mujeres tenían que ayudar en las labores agrícolas.Volvía a incrementarse la producción en noviembre y diciembre para la elaboración de los "baños para la matanza".[13] Ya reseñados por Madoz, los alfares de loza basta se encontraban en el barrio del Humilladero, en su mayoría mujeres cantareras dedicadas a producir piezas para el agua,[7] y siguiendo procesos de elaboración al urdido como en Pereruela y con un barro del color de los de Moveros.[17] Especial arraigo alfarero tuvo en esta capital el barrio de Olivares, en el que hubo tosca elaboración de piezas vidriadas en blanco y con poco estaño y una decoración impersonal imitando las lozas talaveranas.