En algunos países y algunos autores lo consideran sinónimo de olla.
[5] Con diferente nomenclatura en América, África, los países asiáticos y Europa,[6] el puchero de tradición castellana presenta unas formas comunes: vaso troncocónico abierto o vasija cilíndrica de diámetro variable.
[7] A veces dispone de una tapadera como las cazuelas y algunas ollas,[8] así por ejemplo el puchero aceitero que se empleaba para guardar el aceite sobrante de los fritos y se tapaba con una tapadera de barro o con un trapo.
La morfología también da noticia de otros tipos y denominaciones como el puchero culón, ancho y panzudo, muy similar a una olla de barro tradicional, es decir cuya altura y anchura son casi iguales.
[14] La fama de los coloraos se hizo extensiva en los mercados populares a los botijos, como escribía Eugenio Noel en la primera mitad del siglo XX en su relato Un toro de cabeza en Alcorcón: «Alcorcón no existiría, ni sus célebres botijos tampoco, si el río, al convertirse en arroyo, no hubiera previsto la necesidad de refrescar el agua».