El encargo lo hacen fray Emilio Bocanegra y Luis de Alquézar.
Alatriste por su lado mantiene un romance con la actriz María de Castro, a la que Felipe IV toma como amante.
Este asunto le cuesta la amistad del Conde de Guadalmedina, íntimo del rey y amigo y protector de Alatriste, con quien llega a cruzar la espada.
Es en esta batalla donde suena "La Madrugá" como marcha agónica del ejército y donde el ya viejo capitán Diego Alatriste muere e Iñigo, para la defensa final asume como alférez.
Para espectadores poco avisados, esta condensación puede resultar una veloz sucesión de hechos con escasa profundización en cada uno.
Los redoblantes, las gaitas o las guitarras flamencas –de acuerdo a la intensidad de cada escena- acompañan la acción, signada por el patetismo de las actuaciones que hacen a los personajes parte carnal del Viejo Mundo del XVII.
Y esto no es todo; las obras pictóricas de Velázquez marcan la progresión temporal.
La condensación, en definitiva, no implica pérdida argumental, sino optimización de nuevos recursos.
Y Alatriste, aunque con otros tiempos pero también con las posibilidades de otro género, nos permite renovar esa bocanada, hacernos parte del Siglo de Oro y llegar a sentirlo en la piel.
En todo momento la historia la narra Iñigo de Balboa, hijo adoptivo y amigo del capitán nacido en Oñate.
Al contrario que en la película protagonizada por Viggo Mortensen, y debido a la duración y cantidad de episodios, la serie representa la obra Arturo Pérez-Reverte de forma más detallada.