Moberg tenía buenos contactos con el abad del monasterio, uno de los máximos expertos en la revitalización de la música gregoriana, por lo que me pidió que le diese un voluminoso libro.
Moberg ejerció una gran influencia sobre mí, no sólo sobre mi práctica musical, sino también por su insistencia en la importancia de conocer a fondo todos los detalles acerca de los compositores y sus vivencias.
[1] Posteriormente, estudió dirección de orquesta en la Juilliard School of Music de Nueva York, música contemporánea en Darmstadt y repertorio renacentista y barroco en la Schola Cantorum Basiliensis.
Durante tres veranos estudié allí con él y tras ellos me convertí en su asistente.
"[1] Después trabajó con Leonard Bernstein en Tanglewood del que dice que "fue una gran inspiración, pues era una persona tan carismática y enérgica" y apreciaba "su intensidad emocional, uno de sus grandes atractivos como director.
No con Nielsen, pues la orquesta aún no existía, pero sí con directores que le habían conocido personalmente e incluso tocado con él, como es el caso de Erik Tuxen, Thomas Jensen –gran especialista en Nielsen- o Fritz Busch, que fue director musical en los cuarenta y que llevó las sinfonías de Nielsen al Festival de Edimburgo.
"[1] Desde 1975 hasta 1985 fue director principal de la Staatskapelle Dresden, con la que hizo giras por toda la Europa Occidental, Estados Unidos y Japón.
En este caso fueron los músicos los que se beneficiaron de mi experiencia con Nielsen.
También se ha especializado en la interpretación de Beethoven, al que considera su compositor preferido y del que explica: "Escuchar nítidamente a Beethoven al contemplar los cuadros de Goya, como si fuesen su medio natural.
Ambos fueron coetáneos, murieron con un año de diferencia y, resulta increíble, al menos contemplada desde hoy, la compaginación revolucionaria entre aquellos dos sordos geniales, desconocidos entre sí.
Beethoven dijo algo que hoy recobra una enjundia máxima: 'Soy el propietario de mi mente".
La música de Strauss es virtuosa, brillante, magníficamente orquestada, conecta inmediatamente con el oyente y por supuesto en determinados momentos puede ser conmovedora, pero su carácter general es ligeramente superficial.
Sin embargo, la música de Nielsen, Sibelius y Mahler es siempre extremadamente trascendente.
Cuando la obra concluye felizmente, uno al menos respira tranquilo, pues el conflicto que acaba de vivir es estrictamente musical.
No se trata de música para el deleite ni para contar una historia.
La música de Nielsen está mucho más enraizada en la tradición clásica, hasta el punto de que existe para mí una clara línea que se inicia en Haydn, se continúa en Beethoven, sigue con Brahms y finaliza en Nielsen.
"[1] Herbert Blomstedt es un director dotado de una gran sensibilidad y amante del trabajo bien acabado, aunque suele mostrarse espontáneo en determinados momentos.
Su trayectoria artística se ha centrado sobre todo en los conciertos sinfónicos, dejando la ópera reducida a un espacio casi marginal.
Atrás han quedado sus períodos de titularidad en grandes formaciones europeas y americanas.
En su etapa en San Francisco grabó para el sello Decca, destacando los ciclos sinfónicos de Nielsen y Sibelius.