Charles Sanders Peirce

Desarrolló su carrera profesional como científico en la United States Coast Survey (1859-1891), trabajando especialmente en astronomía, en geodesia y en medidas pendulares.

Desde 1879 hasta 1884 fue profesor de lógica a tiempo parcial en la Universidad Johns Hopkins.

Entre 1931 y 1958 se ordenó temáticamente una selección de sus escritos y se publicó en ocho volúmenes con el nombre de Collected Papers of Charles Sanders Peirce (generalmente citado por volumen [punto] párrafo, en la forma "CP x.y").

Desde 1982, se han publicado además algunos volúmenes de Writings of Charles S. Peirce: A Chronological Edition (volumen [dos puntos] página: "W x:y"), que aspira a alcanzar treinta volúmenes.

Más aún, su trabajo —a menudo pionero— fue relevante para muchas áreas del conocimiento, tales como astronomía, metrología, geodesia, matemáticas, lógica, filosofía, teoría e historia de la ciencia, semiótica, lingüística, econometría y psicología.

Como escribió Max Fisch, «Peirce no era meramente un filósofo o un lógico que ha estudiado cuestiones científicas.

El hecho es que Peirce no es un filósofo fácil de clasificar: algunos lo consideraron un pensador sistemático, pero con cuatro sistemas sucesivos, otros lo vieron como un pensador contradictorio, o como un metafísico especulativo de tipo idealista.

En la última década todos los estudiosos peirceanos han reconocido claramente la coherencia básica y la sistematización del pensamiento de Peirce.

En este sentido, Peirce era un firme defensor de una aproximación científica a la filosofía.

Este es, efectivamente, un impulso central en toda la obra de Peirce que a menudo ha pasado desapercibido por los autores que sostienen una lectura naturalista de la máxima pragmática y del método científico.

Esto es, la ciencia es una investigación auto-controlada, responsable y auto-correctiva llevada a cabo por hombres y mujeres reales bajo un mismo principio de cooperación con vistas a un fin muy particular: la consecución de la verdad (CP 7.87, 1902; cfr.

Pero esto no suponía reducir, como hacía el positivismo, todos los modos de conocimiento al conocimiento científico, sino que indicaba simplemente la necesidad de abordar los problemas filosóficos con una actitud experimental.

Es decir, con un talante comunicativo y abierto a la revisión continua, a la necesaria corrección que implican tanto la discusión pública con los colegas como el contraste con la experiencia en el proceso de investigación científica.

Para Peirce esto era una "filosofía de sillón", meramente especulativa y alejada del modo en que realmente trabajan los científicos.

Este proceso es descrito y detallado en lo que denominó como los métodos para la fijación de las creencias.

En este proceso, la duda es una irritación, una insatisfacción real producida por la resistencia que la realidad impone sobre determinadas creencias previas debido a una situación nueva que desafía el conjunto de hábitos acumulado por la experiencia.

Esto supone un contraste con los filósofos de la Edad Moderna, pues tanto racionalistas como empiristas sostuvieron que tenemos un conocimiento directo e infalible de nuestros propios pensamientos, y en ese conocimiento fundaron tanto la ciencia como la autonomía moral del individuo.

La función representativa del signo no estriba en su conexión material con el objeto ni en que sea una imagen del objeto, sino en que sea considerado como tal signo por un pensamiento.

Representar es «estar en una relación tal con otro que para un cierto propósito es tratado por una mente como si fuera ese otro.

Así, un portavoz, un diputado, un agente, un vicario, un diagrama, un síntoma, una descripción, un concepto, un testimonio, todos ellos representan, en sus distintas maneras, algo más a las mentes que los consideran» (CP 2.273, 1901).

Pensar es el principal modo de representar, e interpretar un signo es desentrañar su significado.

Juliette y Charles Peirce en el jardín de su casa, Arisbe, en 1907.