Reclutado por el ejército británico durante la Primera Guerra Mundial, Barbirolli tiene allí la ocasión de dirigir por primera vez una orquesta formada en su mayoría por músicos voluntarios que se encontraban en el frente.Esta orquesta también estaba instalada en Nueva York y ofrecía salarios mucho más elevados que los de la Filarmónica.Había una intensidad ardiente y una calidez resplandeciente que proclamaba al entrenador de cuerdas nato».[6] Barbirolli rechazó las invitaciones para asumir puestos de dirección más prestigiosos y lucrativos.Barbirolli dirigió seis óperas para Webster, Turandot, Aida, Orfeo ed Euridice, Tristan und Isolde, La bohème y Madama Butterfly, 1951–53.[10] Sin embargo, en 1958, después de construir la orquesta y realizar giras continuas, dirigiendo hasta 75 conciertos al año, dispuso un horario menos oneroso, lo que le permitió tener más tiempo para presentarse como director invitado con otras orquestas.[6] Para su centésimo aniversario en 1958, Hallé encargó varias obras nuevas, incluido el virtuoso divertimento Partita de Walton.[11] Para él, fue una decepción duradera que nunca fuera posible llevar a la Hallé de gira por los Estados Unidos.En su último concierto (el sábado anterior a su muerte) dirigió la Sinfonía nº 7 de Beethoven.Tres días después se encuentra ensayando con la New Philharmonia el programa que debería llevar con la misma de gira por Japón.Siempre se preocupó por apoyar a los nuevos compositores británicos y su labor (junto a la de otros directores como Adrian Boult y Henry Wood) fue decisiva para la difusión del nuevo repertorio británico.[6] Como director, comenzó a grabar en 1927 para la National Gramophonic Society (una rama de The Gramophone).Al escucharlo, el compositor dijo: «Nunca me había dado cuenta de que era una obra tan grandiosa».Su reputación como acompañante tendió a oscurecer su talento como director sinfónico, y más tarde, sus detractores en Nueva York «lo condenaron con leves elogios al exaltar sus poderes como acompañante y luego insinuar que eso era todo».Barbirolli se volvió muy sensible en este punto, y durante muchos años después de la guerra se mostró reacio a acompañar a nadie en el estudio de grabación.Hicieron muchas grabaciones, incluidas sinfonías de Beethoven, Dvořák, Elgar, Mozart, Nielsen, Sibelius, Mahler, Chaikovski y Vaughan Williams, así como algunos conciertos, piezas orquestales breves y extractos de ópera.Con otras orquestas, Barbirolli grabó una amplia gama de su repertorio, incluidas muchas grabaciones que aún están en los catálogos en 2021.HMV planeaba grabar Die Meistersinger con Barbirolli en Dresde en 1970, pero tras la invasión de Checoslovaquia por el Pacto de Varsovia en 1968, se negó a actuar en el bloque soviético, y su lugar fue ocupado por Herbert von Karajan.Barbirolli fue en su juventud un director temperamental que fue volviéndose melancólico y reposado durante su espléndida madurez.Estas características sirvieron para definir a Barbirolli como uno de los directores más emotivos del mundo musical.Según testigos presenciales, producía escalofrío contemplar a aquel hombre de baja estatura y aspecto enfermizo tambalearse como una hoja ante la orquesta y, sin embargo, ser capaz de producir sonoridades monumentales sin descuidar lo más mínimo la textura orquestal.Cualquier leve detalle instrumental que el compositor hubiera dejado en la partitura era expuesto con milimétrica exactitud por su batuta.[2] Pero su manera de dirigir, con los brazos muy sueltos, podía causar cierta sorpresa en los auditorios que lo descubrían por primera vez.Posteriormente, Barbirolli tocó como solista este concierto con la Orquesta de Bournemouth, dirigido por sir Dan Godfrey.Su segunda y definitiva boda (desde 1939 hasta su muerte) fue con la oboísta británica Evelyn Rothwell, quien llegó a recibir el título de Lady Barbirolli.En la Royal Academy of Music se conserva la Sir John Barbirolli Collection con fotografías y recuerdos personales del director.En Mánchester hay una plaza denominada Barbirolli Square en su honor, con una estatua del director de Byron Howard (2000).
El primer programa de la Hallé (1858) replicado por Barbirolli y la orquesta cien años después
Edward Elgar (arriba a la izq.), Giuseppe Verdi (arriba a la der.), Ralph Vaughan Williams (abajo a la izq.) y Gustav Mahler, cuya música fue central para el repertorio de John Barbirolli.