Fue nombrado por The New York Times y mejores especialistas[1] como uno de los grandes pianistas del siglo XX.
Su enorme talento musical le llevó sin embargo a dar su primer concierto en público cuando contaba sólo con seis años.
Dos años después daría su primer concierto en los Estados Unidos, en el Carnegie Hall, con la Orquesta de Filadelfia.
En 1912 debutó en Londres, donde se le pudo oír como solista y compañero del violonchelista Pau Casals.
Ejerció de traductor, pues dominaba ocho idiomas, y tocó junto al violinista Eugène Ysaÿe.
Grandes vinos, mujeres guapas, en la relación 20% y 80%, respectivamente”, motivo por el cual posiblemente nunca alcanzó la perfección técnica de sus concurrentes.
Se designaba a sí mismo como “el último tahúr” entre los pianistas, hecho que posiblemente determinaba sus lugares de actuación.
Se hizo amigo de la Casa Real, y el rey Alfonso XIII le otorgó un pasaporte español para que pudiera viajar libremente en sus recitales en plena Primera Guerra Mundial.
Dice Rubinstein con cierto sarcasmo y autocrítica: “La gente allí cree que paga para oír todas las notas.
Añade Rubinstein: “Fue un consejo muy sabio, y lo mejor es que lo seguí.” Al parecer, dos hechos harían dar un giro a su vida, en ese momento: su boda en 1932 con Aniela Mlynarski, hija del famoso director polaco Emil Młynarski, y la brillante actuación de Horowitz en París.
Según palabras del propio Rubinstein: “Vi en él al nuevo Liszt, capaz de dominar su época.
Tras la invasión alemana de París en la Segunda Guerra Mundial, se trasladó con su familia a los Estados Unidos, país cuya nacionalidad obtuvo en 1946.
En las décadas siguientes dio conciertos por todo el mundo, realizó multitud de grabaciones y trabajó con músicos de renombre como Jascha Heifetz, Emanuel Feuermann, Henryk Szeryng, Gregor Piatigorsky y el Cuarteto Guarneri.
Al preguntarle el crítico Joachim Kaiser cómo genera ese inconfundible sonido, Rubinstein respondió: “Es muy fácil: piso el pedal izquierdo y toco un poco más fuerte”, lo cual era sin duda una exageración en tono algo jocoso, puesto que las grabaciones en video de sus interpretaciones nos revelan que no abusaba de este pedal, como la frase nos puede inducir a creer.