Sinfonía n.º 91 (Haydn)

Se conserva la partitura manuscrita autógrafa que contiene una dedicatoria para el Conde d'Ogny, pero Haydn dio también una copia de la obra al príncipe Krafft Ernst von Oettingen-Wallerstein, como si se tratase del original.

En cuanto a la participación del clavecín como bajo continuo en las sinfonías de Haydn existen diversas opiniones entre los estudiosos: James Webster se sitúa en contra;[10]​ Hartmut Haenchen a favor;[11]​ Jamie James en su artículo para The New York Times presenta diferentes posiciones por parte de Roy Goodman, Christopher Hogwood, H. C. Robbins Landon y James Webster.

No obstante, existen grabaciones con clavecín en el bajo continuo realizadas por: Trevor Pinnock (Sturm und Drang Symphonies, Archiv, 1989-1990); Nikolaus Harnoncourt (n.º 6–8, Das Alte Werk, 1990); Sigiswald Kuijken (incluidas las Sinfonías de París y Londres; Virgin, 1988-1995); Roy Goodman (Ej.

Deriva de una idea que Haydn usó en su cantata Arianna a Naxos, Hob.

Este movimiento, por lo demás típico, da un giro hacia lo inesperado en su desenlace, donde un sorprendente estallido cargado de trinos por toda la orquesta da la impresión de que una máquina bien engrasada se avería, dejando a los músicos sin saber qué hacer después.

[5]​ El tercer movimiento, Menuet – Trio, está en mi bemol mayor y en compás de 3/4.

Fue concebido como una sonata-allegro, es prácticamente monotemático; aunque en realidad hay una pizca de segundo tema, nunca adquiere verdadera importancia.

La sinfonía termina como empezó, bañada por la luz del sol y el buen humor.

Haydn en 1785.