Diseñado por el ingeniero naval Romero de Landa, siguiendo la tradición constructiva de Jorge Juan, incorporaba numerosas soluciones constructivas desarrolladas por los astilleros ingleses en los treinta años precedentes.
El San Telmo, como el resto de la serie (compuesta por el ya mencionado San Ildefonso y sus gemelos Montañés, San Francisco de Paula, Monarca y Europa) demostró ser un buque marinero, rápido y maniobrable, gracias a una popa rebajada que permitía recibir un timón adecuado para ello.
El San Telmo tuvo su base inicial en Ferrol, adscrito a la «Escuadra del Océano».
Permaneció bloqueado en puerto hasta la invasión napoleónica y luego desempeñó servicios en el Mediterráneo en coordinación con la escuadra inglesa.
Y resultó un auténtico fiasco, ya que los navíos rusos, construidos para las aguas del Mar Báltico, tuvieron que hacer frente a rutas del Atlántico, llegando en un estado tan deplorable que tres de ellos hubieron de ser desguazados a su llegada a España.
El San Telmo es visto por última vez desde el Primorosa Mariana en mitad de un fuerte temporal el 2 de septiembre, alejándose hacia el sur con graves averías en el timón y la verga mayor, «sin haber podido remediar la primera y de más consideración, por la dureza que experimentaron en aquella altura».
Durante las siguientes semanas se espera la aparición del San Telmo, escribiendo el jefe del Apostadero de El Callao, en su informe sobre la demora del buque: «...cabe dudar en que el navío pueda haber remontado el cabo y si lo hubiera conseguido es de recelar una arribada en los puertos de Chiloé o Valdivia a repararse de donde espero en breve noticias para participarle a V.E...».
Apenas unos meses después de la pérdida del San Telmo, el capitán de navío británico William Smith, al mando del bergantín Williams, tocó tierra en la Antártida.
Se han encontrado indicios de ello, pero la suerte del San Telmo y su tripulación siguen envueltas en el misterio.