Resbaladero de Lunada

Comenzó en su juventud destacando en matemáticas, química metalúrgica, lo que le hizo ser el protegido del príncipe de Likeinstein.

Tras varios trabajos para este, le ofrecieron ser oficial del Cuerpo de Artillería, puesto que aceptó.

Este aceptó si le pagaban «[…] un sueldo de 4000 florines y una superior graduación militar».

En esta obra se demuestra ya no solo la ambición de abrirse el paso, sino también los conocimientos que poseía sobre trabajos forestales.

Tenía un recorrido de 1,7 kilómetros, superando diferentes obstáculos que le imponía el medio.

Este estaría asentado sobre unos sólidos muros que se dispondrían de tal manera que evitasen el salto de las leñas y salvar las características topográficas y climáticas del paraje.

En la segunda parte del tramo alto tiene una pendiente, en torno a los 30°, al que se le añade un trazado en zigzag que sirve para reducir la gran inclinación del terreno, para su cometido se construyó un base de piedra caliza de 4,4 metros en las zonas más anchas, con cierta inclinación hacia el interior, en cuyas curvas podían pasar los troncos.

Lo comentado hasta ahora es la base del resbaladero, en realidad por donde circulaban los troncos sería una canalización superior establecida sobre este basamento de piedra caliza.

Para conseguir al agua, se construyó un arca o «calero» 43°10′15.63″N 3°39′20.45″O / 43.1710083, -3.6556806, con forma cuadrada y un vano canalizado hasta el resbaladero.

Estos oficios eran realizados por los habitantes de las zonas colindantes, «por propia voluntad o por obligación», sugerido de esta manera por el ingeniero Mucha al ministro Antonio Valdés, o en cambio por cuadrillas pagadas a un mayor salario, el cual les parecía insuficiente y rara vez trabajaron.

Estos tocones se llevaban en carros tirados por dos bueyes, por su gran peso, y que a la escasez de este animal, en ocasiones se usaban vacas, con el agravante para la producción de leche y cría.

Al final llegaban a la finca de la Pila, donde eran recogidos, registrados y agrupados en pilas para su posterior transporte a un estanque situado en la parte inferior del muro en el que situaban varias presas para su descenso por el río.

Cuando consideraban que había los suficientes troncos en este, abrían las compuertas dejando que fluyeran el agua, estas iban atravesando las diferentes obras, hasta llegar a la Concha, donde Mücha hizo un puente, perteneciente al camino a La Rioja, que hacía de susodicho y de retén, conformados por muros laterales, para el encauzamiento, pero dada las características del suelo y la amplitud de caudal del río Miera, se precisó hacer una serie de mejoras que al final no se produjeron.

En algunos puntos se tuvo que volar la roca y en otros reforzar las peñas, pues su composición caliza estimula la disolución con facilidad.

Además se aúnan las características del río, que se supone tan inclinado que las crecidas duran muy poco, dado es así que en ciertos momentos llegaban grandes cantidades de árboles como horas después no bajaba ninguno, esto depende en gran medida a la gran influencia de las nieves y de las precipitaciones.

Por ello se hacían tan necesarias las obras de canalización, para la presencia continuada en todas épocas del agua.

La llegada a La Cavada significaba el final del trayecto tanto por tierra como por agua.

Retrato de Carlos III de España (1759-1788)
A la izquierda: Fernando Casado Torres, ingeniero de la Marina y director de la Real Fábrica de Artillería. A la derecha: Wolfgang Mücha, ingeniero de la Empresa del Miera
Final de la base del resbaladero, visto desde un lateral, con una inclinación mucho menor para con respecto al resto de la estructura, con el fin de decelerar la velocidad de los troncos
El resbaladero servía para dejar pasar el agua y que esta no se estancase y dañase la estructura
Canalización del cauce, para que se necesitara menos agua en el descenso de los troncos, es una de las muchas medidas que se necesitaron para flotar las maderas
Una de las muchas presas que se situaban en la parte alta del valle del Miera para ayudar a descender los troncos en el descenso por el río
Gancheros en un encauzamiento artificial para el transporte por flotación de troncos en 1929 en un lugar indeterminado de España. Las técnicas de maderada no deberían distinguirse mucho de las practicadas por aquel entonces en el río Miera