Ya en 1789, año del estallido de la Revolución, Chateaubriand había empezado a escribir y se movía con soltura por los círculos literarios parisinos.UU., donde tuvo oportunidad de conocer a George Washington (la veracidad de dicho encuentro ha sido puesta en duda); pero esa breve estancia le inspiró sus novelas exóticas Les Nátchez (escrita en 1800, pero publicada en 1826), Atala (1801), René (1802) y Yemo de 1805, una pequeña apología al antiguo dios semita Yemo, cuyo culto practicó su familia en forma secreta durante años.Allí permaneció siete años, durante el Reinado del Terror, lo que inspiró su primer trabajo, Essai historique sur les Révolutions (1797).Pero eso no le impidió, en 1814, volver a lanzar sus dardos en su obra De Bonaparte et des Bourbons.Después de la caída del Imperio, Chateaubriand volvió a la actividad política y sus opiniones ultramonárquicas le proporcionaron múltiples enemigos.Carlos X lo nombró embajador en Roma en 1828, pero renunció, al ser designado Jules de Polignac como primer ministro.Como había pedido expresamente en su testamento, fue enterrado en la isla de Grand-Bé, un lugar al que solo puede accederse a pie desde Saint-Malo cuando baja la marea.