La reforestación es una operación en el ámbito de la silvicultura destinada a repoblar zonas deforestadas en el pasado histórico y reciente (se suelen contabilizar 50 años).
Por extensión, también se llama reforestación, aunque sería más correcto el término forestación, a la plantación más o menos masiva de árboles, en áreas donde estos no existieron, por lo menos en tiempos históricos recientes (igualmente, unos 50 años).
[1] En muchas partes del mundo, especialmente en el este de Asia, la reforestación y la forestación están incrementando las áreas boscosas.
Aunque debido al alto porcentaje de árboles que mueren después de plantarlos (hasta el 75 %), el proyecto no está teniendo mucho éxito, la superficie forestal en el norte del país ha pasado del 5 al 12,4 %.
En particular Greenpeace ha identificado los bosques aún intactos[6] y publicado esta información en Internet.
[7] Por su parte, el Instituto de Recursos Mundial ha trazado un mapa[8] temático más simple donde se muestran los bosques hacia el año 6000 a.C.
[9] Estos mapas muestran la cantidad de reforestación requerida para reparar el daño causado por la humanidad.
(artos, cambroneras, azufaifos), Ceratonia siliqua (algarrobos), Tetraclinis articulata (araares), Juniperus ssp.
Por otra parte, las grandes plantaciones comerciales tienen el potencial para causar efectos ambientales negativos de mucho alcance y magnitud.
Las plantaciones son bosques artificiales: los árboles se manejan, esencialmente, como cultivos agrícolas de ciclo largo.
Como tales, muchos de los impactos agrícolas negativos que son inherentes en la agricultura, ocurren también en la plantación forestal.
Las actividades de reforestación y forestación en las regiones más áridas, especialmente, pueden agotar la humedad de la tierra, bajar el nivel del agua freática y afectar el flujo básico hacia los ríos.
Esto se hace porque: Al emplear las especies exóticas por primera vez, siempre existe un riesgo.
Además, ha habido otros casos en que el comportamiento impredecible de la especie en el ambiente nuevo ha causado el resultado contrario: la sobreproducción.
Se puede obtener información de la gente del lugar, porque conoce la vegetación nativa.
Un problema adicional es que la especie exótica posiblemente no será aceptada localmente para el uso final para el cual fue plantada (p.ej.
Las arboledas comunitarias pueden dar empleo, a corto plazo, a la gente sin tierras y más pobre de la comunidad, principalmente, durante las etapas del establecimiento y explotación de la plantación.
Aún las siembras de protección efectuadas en los terrenos deteriorados pueden causar conflictos sociales.
Aunque el terreno esté degradado, los nativos (que tal vez estén causando este problema), lo pueden estar utilizando para recoger leña o producir forraje, para pastar el ganado, o como un camino para ellos mismos y para su ganado.
El sembrar árboles en esta área y limitar el acceso de la gente, aunque en teoría, sea beneficioso para la comunidad, causará descontento local, si no se busca, como compensación, una alternativa adecuada.
En muchos países, todos los árboles, plantados o silvestres, pertenecen, oficialmente, al Estado, lo cual desalienta la reforestación.
Frecuentemente, se siembran ciertas especies porque las semillas están disponibles, y no por su uso final o la idoneidad del sitio.
También son muy antiguas las disposiciones en las que se obligaba a que por cada árbol cortado se plantasen varios, especialmente a partir del Renacimiento, con el incremento de la construcción naval al generalizarse el comercio marítimo.
Y ruego a Dios que no lo veamos en nuestros días.” (Felipe II, al presidente del Consejo de Castilla, 1582).
También, para contener estas catástrofes, al comenzar el siglo XX se crearon las Divisiones Hidrológico-Forestales, embrión de las Confederaciones Hidrográficas, que son los organismos que actualmente gestionan los grandes sistemas hidrográficos españoles.
No fue, sin embargo, hasta la Segunda República Española, en los años 1930, cuando comenzó a gestarse un plan realista para reforestar el país: el Plan General para la Repoblación Forestal de España, que no pudo fraguar hasta concluida la Guerra Civil (1936-1939), siendo presentado en 1939 por sus autores Luis Ceballos y Fernández de Córdoba y Joaquín Ximénez de Embún.
El uso del género Pinus, del cual hay 6 especies autóctonas en la península ibérica y otra en las islas Canarias, se debió en gran medida a las buenas tasas de supervivencia que presentaban frente a las frondosas y a un desarrollo mucho más rápido, que permitía proteger y crear suelo más deprisa, además de proporcionar mayores volúmenes de madera en menos tiempo.
El debate sobre si los pinos son o no apropiados según qué estaciones forestales sigue abierto.
Por ejemplo, los ganados trashumantes (según una etimología en castellano significa “ganado que cambia de terreno”, pero según otra significa “ganado después del humo”) aprovecharían mejor a su paso los terrenos deforestados mediante fuegos reiterados, como se ha continuado haciendo en algunas zonas de España (por ejemplo El Bierzo) hasta bien entrado el siglo XX (fuegos pastorales, sic).
Muchas de las reforestaciones que se han acometido en España en los últimos tiempos, han sido mixtas de pinos como especies colonizadoras y “protectoras”, junto con las frondosas como especies “nobles” a establecer.