En el siglo XII se desarrolla una importante labor historiográfica en latín (Crónica najerense, Historia Roderici, Chronica Adefonsi imperatoris, Historia compostelana, De rebus Hispaniae y Chronicon mundi) que poco a poco va dando paso a los primeros anales y posteriormente crónicas en lenguas vernáculas.
Estas vulgarizaciones acaban imponiéndose cuando el latín deja de ser comprensible; no obstante, esta divulgación traía como secuelas la libre interpretación y una mayor facilidad para caer en la herejía.
La obra no refleja el testimonio de un viajero -aunque se presenta como un itinerarium-, sino que, como en otros casos, su recorrido está hecho sobre mapas y libros.
Las traducciones no son literales, sino que el autor modifica y sintetiza a su antojo.
No es tarea fácil precisar la fecha en que se comienza esta labor traductora, pero hay una cierta unanimidad entre los estudiosos en localizarlas en torno a los reinados de Fernando III y Alfonso X.
Características: Ningún obstáculo hay, en principio, para que las mismas sentencias circulen en un contexto cristiano, árabe o judío.
En las adaptaciones y nuevas compilaciones se percibe un mayor interés por los temas de gobierno, convirtiéndose -por tanto- en un speculum principis.
Durante el reinado de Fernando III se inició una moda que favorecía el uso de la lengua vernácula en obras doctrinales, cuyo contenido se refiere a enseñanzas sobre la conducta humana y sus consecuencias morales, organizadas con un criterio elemental.