[1][2] Este último, dirigente del ala izquierda de los Independientes, presidió el nuevo gabinete.[1] Paralizadas las fuerzas del antiguo régimen por la derrota en la guerra, la revolución triunfó casi incruentamente.[3] La opinión pública y la capital respaldaban abrumadoramente al nuevo Gobierno de Károlyi.[3] La derecha se hallaba además dividida entre los partidarios de una restauración íntegra del viejo orden y aquellos pertenecientes a la derecha radical que defendían la necesidad de algunas reformas.[3] Debilitados, estos grupos trataron al comienzo de contemporizar con el nuevo régimen.[5] Derrotada y desacreditada temporalmente la derecha política, las riendas del gobierno quedaron firmemente en manos de la izquierda democrática.[4] En septiembre alrededor de cuatrocientos mil soldados habían desertado y el mes siguiente este número aumentó.[10] Las unidades militares que le habían llevado al poder tampoco se unificaron nunca para crear un Ejército revolucionario fiel, siguieron siendo autónomas y a menudo fomentaron el caos.[17] Al resto de las comunidades únicamente se les prometía una amplia autonomía cultural.[17] El fracaso de las negociaciones en Arad desilusionó a la opinión pública magiar, indignándola.[19] Mientras, las tropas checas avanzaron por territorio eslovaco, según el primer ministro checoslovaco, Karel Kramář, a invitación de los eslovacos y para evitar la anarquía ante la retirada de la administración húngara.[1] En este se delimitaron unas fronteras provisionales que debían separar a las tropas húngaras de las checoslovacas, rumanas y serbias (pronto yugoslavas).[15] El Gobierno no podía contar con un Ejército capaz: en parte por el cansancio bélico tras la guerra mundial, en parte por la desorganización interna y también por el pacifismo del propio Gobierno, no existían unas fuerzas armadas en las que Károlyi pudiese apoyarse para contrarrestar las agresiones de los Estados vecinos.[20] A continuación las tropas rumanas cruzaron el río Mureş (del húngaro: Maros) y ocuparon el territorio que se les había prometido en el acuerdo secreto de 1916.[20] La Entente respondió el 10 de enero de 1919 alegando que solo se podía aplicar a los frentes oriental y meridional y que la frontera norte quedaba excluida del mismo.[23] La falta de unas fuerzas armadas y el desorden interno hacían que esta propuesta fuese inviable.[7] El campesinado, privado de su ansiada reforma agraria y reprimido con dureza en ocasiones, también perdió su ilusión en Kaárolyi.[23] Ambos ejércitos quedarían separados por una zona neutral que comprendía regiones claramente magiares, como las ciudades de Debrecen y Szeged.[26] Su situación era delicada: las potencias Aliadas no lo reconocieron, la población lo recibió con hostilidad y las unidades rumanas se hallaban a las puertas de la capital.
El directorio transilvano, formado por representantes rumanos de la región, pasó a controlarla.
Iuliu Maniu
—en el centro, sentado—, principal representante rumano, se negó a aceptar las propuestas de Jászi y exigió la secesión y la unión con
Rumania
.
Territorio bajo control de la nueva república al final de su existencia, en la primavera de 1919.
El primer ministro y posterior presidente de la república,
Mihály Károlyi
, trató de reformar profundamente el nuevo país y establecer un gobierno democrático, a la vez que intentó en vano mantener la integridad territorial según las antiguas fronteras, derrotado por el fuerte nacionalismo y la hostilidad de la
Entente
.