Pedro Antonio de Alarcón

[2]​ El mismo Alarcón se expresa sobre el realismo, de la siguiente manera, en 1883: «¡Escriban otra media docena de libros estos realistas y naturalistas franceses, y habrán enterrado en su propio fango esa triste escuela que yo apellidaré, no precisamente la mano negra, pero sí la mano sucia literaria!»[3]​.

Tuvo una intensa vida ideológica; como sus personajes, evolucionó de las ideas liberales y revolucionarias a posiciones más tradicionalistas.

Aquello tampoco le satisfizo y abandonó en 1853 para marchar a Cádiz, donde funda El Eco de Occidente, junto a Torcuato Tárrago y Mateos, iniciando su carrera periodística en la dirección de este periódico.

Alarcón escribía desde su adolescencia, citándose a don Isidro Cepero como el instigador principal de su inquietud literaria.

Su primera obra narrativa, El final de Norma, fue compuesta a los dieciocho años y publicada en 1855.

Sus inquietudes le llevaron a integrarse en el grupo que se llamó la Cuerda granadina.

Allí crea un periódico satírico, El Látigo, que también dirige, de cierto éxito, con ideología antimonárquica, republicana y revolucionaria.

Este hecho, central en su vida, le hizo replantearse por completo sus valores e ideas; abandonó la redacción de El Látigo y se retiró para descansar a Segovia mientras sufría una gran crisis moral.

[5]​ Ya con una ideología conservadora, en la prensa publica numerosos relatos y novelas cortas que le aseguran un puesto entre los primeros narradores del país.

Estos artículos rebasan el interés meramente periodístico, constituyendo un ejemplo para toda la literatura de viajes posterior.

Es su obra más reconocida, e inspiró varias operetas y la famosa suite homónima del compositor Manuel de Falla.

Pero aún tenía mucho que ofrecer el escritor: se convirtió en un maestro del relato corto al dar a luz en dos años tres colecciones de cuentos excelentes: Historietas nacionales (1881), donde abundan los ambientados en la Guerra de la Independencia; Cuentos amatorios (1881), escritos con un tono de gracia maliciosa, y Narraciones inverosímiles (1882), en que domina el tema fantástico.

[14]​ Hacia 1887, convencido de que en el camino del realismo lo había dado todo, se condenó al silencio.

[15]​ Su primera obra narrativa fue El final de Norma, que no vio publicada hasta 1855.

Por esta misma razón, Daniel Henri Pageaux considera que «El sombrero de tres picos no es sólo una excepción, sino un milagro (...).

Caricaturizado por Luque ( Madrid Cómico , 25 de abril de 1880)
Caricaturizado por Mecachis ( La Semana Cómica , 3 de agosto de 1888)
Retrato de Alarcón
Estatua dedicada a Pedro Antonio de Alarcón en la Avenida de la Constitución de Granada.
Monumento dedicado a Pedro Antonio de Alarcón en Guadix, su ciudad natal.