Y en este contexto se encuentra la génesis del primer parque público de Guadalajara.
Sin embargo, el director de los trabajos, Rodríguez Arroquía, pidió entonces un aumento de trece mil quinientos reales para acelerar la construcción del parque y permitir que el paseo pudiera inaugurarse y abrirse al público el 13 de junio, como finalmente se hizo.
La Concordia fue desde entonces el lugar de esparcimiento y eventos de todo tipo, como fiestas religiosas, eventos deportivos, actos institucionales y festejos populares.
El depósito de aguas para riego se ubicaba donde actualmente se encuentra la pista de bolos castellanos y el aparcamiento del asilo.
De esta forma se consiguió un mirador sobre la Carrera y a la vez se eliminó la fuerte inclinación que existía hacia la puerta de Bejanque que, cuando llovía, causaba el arrastre de piedras y tierra hacia esa zona.
Ya durante el año 1914 se encarga finalmente a Francisco Checa, arquitecto municipal, la construcción de un templete.
La obra, de nuevo, fue firmada por el arquitecto municipal Batllé.