María Antonia de Paz y Figueroa

[13]​ En 1760, ya en Santiago del Estero, María Antonia de Paz y Figueroa reunió a un grupo de chicas jóvenes que vivían en común, rezaban, ejercían la caridad y colaboraban con los padres jesuitas.

Cuando se produjo la expulsión de esa orden en 1767, María Antonia pidió al mercedario fray Diego Toro que asumiera las tareas propias de la predicación y la confesión, mientras que ella se ocuparía con sus compañeras del alojamiento y las provisiones para continuar con los ejercicios espirituales.

La provisión episcopal concedida le permitía solicitar limosnas, fundar casas de recogimiento, realizar ejercicios y propender a “reformar las costumbres” por lo que se la exhortaba a que continuase tan altos fines.

A pesar de sus viajes por montañas, desiertos y parajes que desconocía, jamás sufrió percance alguno.

Con 49 años decidió trasladarse a Buenos Aires para llevar los beneficios de su labor.

El virrey Vértiz se opuso a su petitorio de abrir una casa para dar ejercicios.

Obteniendo el consiguiente permiso, en agosto de 1780, recién comenzó a dar los primeros ejercicios espirituales ante veinte personas, pero ese número creció de tal manera que pronto se calculaba en miles las almas que las recibieron, siendo insuficientes las casas donde las brindaba.

Terminantemente opositor fue el virrey Vértiz, dada su antipatía visceral hacia todo lo que fuese jesuítico.

En esa actitud firme permaneció por dos años y con poderes sobre el terreno religioso, le negó a María Antonia la autorización para organizar los ejercicios espirituales.

Hubo un gran revuelo en ese entonces y solo se hablaba de ella, ya que realizaba los ejercicios de forma clandestina en casas alquiladas por el obispo a algunas familias concurrentes a la iglesia.

Al descubrirse oficialmente sus prácticas, María Antonia se vio obligada a tener una reunión con el virrey.

En tanto, dos amigas suyas habían emprendido en Salta y Tucumán la organización de los ejercicios espirituales.

[13]​ En 1784 el obispo de Buenos Aires, Sebastián Malvar y Pinto, envió una carta al papa Pío VI informándole que durante los cuatro años en los que se habían realizado los ejercicios espirituales en esa ciudad, habían pasado unas quince mil personas, sin que se les haya pedido “ni un dinero por diez días de su estadía y abundante manutención”.

Hacia 1788 escribió Ambrosio Funes una carta contando que en ocho años habrían hecho ejercicios espirituales unas setenta mil personas.

[16]​ Pero faltaba todo lo demás, de manera que solicitó nuevamente ayuda y tuvo como apoderado en esta tarea a Cornelio Saavedra.

Con ello se asignaba a María Antonia un papel significativo en la iglesia porteña de ese entonces.

En una homilía, el papa Francisco dijo: En 1791, se publicó en francés un opúsculo titulado "El Estandarte de la Mujer Fuerte", de autor anónimo, aunque se cree que fue escrito por Ambrosio Funes.

En 1793, planeó la construcción de su propia Santa Casa de Ejercicios Espirituales en Buenos Aires, obra que vio terminada su parte principal cuatro años más tarde, no sin antes haber llegado al Paraguay.

El grupo de mujeres que la acompañaba se convirtió en una pujante congregación religiosa en 1878, y actualmente desarrolla sus tareas apostólicas en varias provincias argentinas.

[18]​ La Casa de Ejercicios que ella fundó aún se levanta en la avenida Independencia 1190-94 en Buenos Aires, y ha sido declarada monumento histórico nacional.

Al año siguiente quedó terminado el proceso y fue elevado a Roma.

Mama Antula se convirtió en la novena persona de nacionalidad argentina en ser beatificada.

Las investigaciones fueron enviadas a la Santa Sede en Roma, para que ser analizadas por los cuerpos profesionales y teológicos.

La consulta médica declaró positivo la curación por lo inexplicable, y la causa avanzó al estudio de los teólogos.

[25]​ El Papa, que recibió de la delegación un cuadro con la imagen de Mama Antula realizado por Verónica Valeria Ledesma, denunció en una encíclica el “individualismo radical” y presentó como modelo a Mama Antula, quien atendía a los pobres y ayudó a mantener viva la espiritualidad jesuita en Argentina tras la supresión de la Orden Jesuita.

Escudo de Armas de la familia Paz y Figueroa.
María Antonia de Paz y Figueroa.
Imagen de María Antonia de Paz y Figueroa en la Catedral de Santiago del Estero.
Retrato en el interior de la Basílica de San Pedro el día de su canonización.