En este último año se traslada a Requena como beneficiado de su iglesia.
Desde abril de ese año, había nuevo inquisidor general, Manuel Abad y Lasierra, un erudito benedictino que le quiso tener a su lado.
Hombre de amistades cultas, hizo testamento el 18 de mayo de 1814, y en el mismo dejaba como testamentarios al helenista Antonio Ranz Romanillos, al cartógrafo Tomás Mauricio López y a Mauricio de Cano y Llano, conserje en la Real Academia Española, para que cumplieran sus mandas.
La primera ocupación relevante en la real privada es hacer la tasación e índices de la voluminosa librería del I Conde de Gondomar, don Diego Sarmiento de Acuña (1567-1626), formada a fines del XVI y primeras décadas del XVII y que permanecía en Valladolid, en la llamada Casa del Sol.
Bajo la ocupación francesa se siguió trabajando en la real privada, de hecho los mejores artífices en el arte de la encuadernación laboraron para vestir piezas para José I[8] y su mujer Marie July Clary, pese a que ésta nunca estuvo en Madrid, pero en el período final hubo ciertos desórdenes que solventó Ramírez.
Entre estos encuadernadores destacaron Santiago Martín Sanz (1775-1828) y Antonio Suárez Jiménez (1770-1836), tan prolíficos como dominadores de su oficio y que realizaron lo mismo trabajos de arte que las indicadas pastas.