Realista borbónico por convicción, al acceder los franceses al poder dejó su puesto, el 5 de noviembre de 1808, y partió a su pueblo natal a mediados del año siguiente.
Se reintegró a la Real Biblioteca el mismo día que entró Fernando VII en Madrid, en 1814.
En ese verano recoge los libros dispersos que estaban por el Palacio Real, tras autorizársele para ello, y para que pasaran a su custodia en la Real Biblioteca.
Por fin, se jubilaría en el verano de 1854 como administrador, pasados los 80 años, y marchó a su natal Gascas, siéndoseles reconocidos 44 años de servicio a la Casa Real y no sesenta, por el lapso de 15 años entre su cese en la Real Biblioteca en 1834 y su nombramiento en 1849 para El Escorial.
A la gran mayoría de las piezas se les quitó su pergamino original, por considerarse que eran ligaciones rústicas, y se les puso una pasta valenciana muy característica de la Real Biblioteca, con orla dorada en planos, a cargo mayoritariamente de Santiago Martín Sanz (1775-1828), que también ejecutaría finos trabajos junto Antonio Suárez Jiménez (1770-1836) y otros artífices.
Ese 1817 se le concede la Orden de Carlos III.
Era minucioso y, por ejemplo, se conservan notas suyas sobre obras faltas existentes en la Real Biblioteca,[9] y también informaba de compras, de encuadernaciones realizadas para los reyes,[10] etc. Se conservan otros varios índices debidos a él, como el de 1820, en II/4031 (22 carpetas), o el II/4032 (48 cuadernillos).