José Alberto Capdevila
José Alberto Capdevila (o Capdevilla) fue un médico de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX que tuvo una destacada labor profesional en el Río de la Plata.[1] Ingresó como cirujano a los Reales Ejércitos y fue destinado al Regimiento de Galicia.Al estallar en 1780 la rebelión de Túpac Amaru II acompañó como cirujano ayudante al coronel Francisco Argerich Batallas, Cirujano mayor de los ejércitos enviados a sofocar el levantamiento, tras lo que regresó a sus funciones habituales.Con el tiempo la situación económica se hizo insostenible y en 1784 solicitó permiso en razón de los «impulsos epilépticos que con mucha frecuencia le acometen en eminente peligro de perder la vida» para pasar a España para tratarse en las aguas termales «que tanto abundan en el Principado de Cataluña» y reunirse con su mujer y familia en Barcelona.También aducía que si bien en otras épocas Buenos Aires vivía «en medio de la abundancia» y ayudaba a vivir el «bajo precio de las casas y alimentos», eso también había cambiado.Cuando le comunicaron a Capdevila su nombramiento, no quiso aceptarlo argumentando que tenía mucho trabajo como cirujano del Presido y se sentía afectado por su enfermedad.[5] Los encuestados coincidieron en señalar tanto las saludables condiciones de vida nativas en Mozambique así como las afecciones más frecuentes tras la captura y esclavitud: disentería, escorbuto, diarrea, sarna, infecciones oftálmicas y viruela.Capdevila agregó por su parte a esa lista las caquexias, fiebres nerviosas y venéreas.Allí prestó servicios Capdevila, junto a Salvio Gaffarot, José Bernardo Nogué, Cosme Mariano Argerich, Manuel Salvadores, Justo García Valdez, Gerónimo Aréchaga Amanita, y los alumnos Baltasar Tejerina, Juan de Dios Madera, Cesáreo Niño y Manuel Antonio Casal.Posteriormente se incorporaron a la Plana Mayor los cirujanos Pedro Carrasco y Matías Rivero.A partir del 4 de septiembre de 1807 Capdevila se hizo cargo directamente del hospital Santa Catalina auxiliado por Juan Pérez, Claudio Parro, Cesáreo Niño, Roque Barragán, Fermín Varela y el estudiante Pedro Nolasco Rojas.[8] Así en la cruenta lucha a que dio lugar la segunda invasión, «esta organización militar, con médicos de carrera en las tropas, hospitales que recibían las evacuaciones y una dirección técnico-militar concomitante, dio excelentes frutos y los resultados obtenidos en el tratamiento de los heridos puede considerarse excelente para la época».