[4] Desde el siglo XI, el vestido masculino en la península ibérica,[5] mezclando tipologías orientales con herencias romanas y bárbaras, se caracterizó, en términos muy generales, por dos o tres piezas superpuestas a modo de túnicas (la túnica y la loba o sayo sin mangas, además de la camisa) siendo por lo común la superior de ellas el brial, pieza que en sus diferentes formas se adornaba con bordados y se abrochaba con botones, ajustándose al cuerpo desde la cintura arriba y pendiendo de ésta unos faldones por los lados.
Desde el siglo vii,[6] se conocieron como calzas término usado en plural, a las prendas de vestir que cubrían la parte inferior del cuerpo humano.
Aunque en su origen fueron prendas masculinas, evolucionaron en diversos tipos de pantalón o calzón largo para ambos sexos.
Y en fin, se usaron otras prendas de que nos dan cuenta los autores del siglo XV, censurando el lujo desmedido.
Para calzado servían según la clase social del sujeto, las antiguas sandalias, los zuecos, los borceguíes y los zapatos muy puntiagudos e incluso las mismas calzas, que a menudo llevaban adheridas al pie unas suelas puntiagudas y largas.