La historia del racismo en Occidente es compleja y multifacética, con antecedentes en la Antigüedad clásica, aunque el fenómeno de la discriminación racial organizada surgió en los siglos posteriores.
[6] Entre los «rasgos característicos del racismo [que] se encuentran ya en los textos de la literatura antigua», Isaac ha señalado el determinismo medioambiental ampliamente admitido a partir de mediados del siglo V a. C. y que fue expuesto por primera vez en detalle en el tratado atribuido a Hipócrates Aires, aguas, lugares.
Las regiones desconocidas de la Tierra en el imaginario del Occidente medieval aparecían pobladas por seres fabulosos no destinados a la salvación.
Los nuevos cristianos, mediante el recurso a la falsificación, intentaban borrar las huellas del pasado de sus ancestros».
[26] Según Max Sebastián Hering Torres, «por primera vez en la historia europea se utilizan los criterios "raza" y "sangre" como estrategia de marginación.
Pero, como ha destacado Elliott, «la América colonial española se desarrolló hasta convertirse en una sociedad codificada por el color».
La expansión colonial forma parte, por el contrario, de las circunstancias que a la larga posibilitaron la formación del racismo europeo moderno».
[68] Para los ilustrados «raza» no era un concepto biológico, sino un noción histórica ―tomada del conde de Boulainvilliers, que influyó por ejemplo en Montesquieu―, advierte Geulen.
[92] Algunos autores han señalado también la relación entre el positivismo y el racismo, al punto de considerar que sin esa corriente filosófica, que gozó de gran predicamento en la segunda mitad del siglo XIX, los pensadores racistas hubieran resultado expresiones aisladas.
[96] A mediados del siglo XX, L’Encyclopedia Universalis incluyó un artículo denominado "Razas", escrito por De Coppet que finaliza con la siguiente conclusión:
Así se demostraba la existencia de razas «superiores» e «inferiores» ―la humanidad estaba dividida en especies distintas desde su origen, desiguales por naturaleza, afirmarán los poligenistas―.
Para poner fin a estas contiendas y desarrollar económicamente amplias regiones controladas por los indígenas, se legitimaron las "guerras contra el indio" producidas en la segunda mitad del siglo XIX.
En 1876, mandó a uno de sus colaboradores al recientemente conquistado Sudán Egipcio para que capturaran algunas bestias salvajes, entre ellas personas nubas.
Conforme fue avanzando el siglo XIX los judíos fueron «quienes se convirtieron en objeto preferido de las ideologías racistas».
Para los antisemitas ultranacionalistas alemanes «el judaísmo no era sin más el enemigo de una pretendida raza alemana, sino también un enemigo del racismo como doctrina e interpretación del mundo ―y por tanto adquirió para los antisemitas cada vez más los rasgos de una raza fundamentalmente enemiga―».
Uno de los primeros en expresar ese nuevo antisemitismo fue el historiador berlinés Heinrich von Treitschke quien en 1879 escribió: «Los judíos son nuestra desgracia».
Esta sería la política que aplicarían los nazis en la década siguiente por medio del programa secreto de exterminio denominado Aktion T4, disfrazado bajo el término «eutanasia».
El exterminio del judaísmo europeo era, según Hitler y los nazis, una lucha por la supervivencia de la raza alemana.
[137] «Para esta racionalización ya no se necesitaba, ni siquiera en los casos extremos, la explícita desvalorización racista de los demás.
Otras víctimas de la persecución nazi incluían comunistas, socialistas, anarquistas, negros, opositores políticos en general, homosexuales, disidentes religiosos, clérigos protestantes o católicos que rechazaban la ideología violenta del régimen, y masones.
[146] Por el contrario, los países del bloque comunista liderado por la Unión Soviética, denunciaron desde un inicio al apartheid como un régimen racista incompatible con los derechos humanos.
Tras conocerse las atrocidades cometidas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, la noción biológica de «raza» quedó deslegitimada, aunque no completamente al principio,[150] y con ella el racismo científico.
[155] Se alcanzó así un «consenso antirracista relativamente amplio», aunque no cristalizó hasta los años 1960, impulsado por los diferentes los movimientos sociales de la década entre los que destacó el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos que contribuyó «de forma notable a deslegitimar el racismo en la conciencia mundial».
El psicólogo canadiense Otto Klineberg propone a su vez como prioritario deshacer la ilusión de la «pureza racial».
Siguiendo esta misma línea los historiadores franceses Lucien Febvre y François Crouzet escriben un ‘’Manual de historia de la civilización francesa” titulado «Somos mestizos» (“Nous sommes des sang-mêlés”) pero que solo será publicado muchos años más tarde, aunque algunos extractos del mismo aparecieron en una revista alemana en 1953.
[158] Hubo países que fueron más allá del ámbito educativo ―como Francia mediante la ley Pleven aprobada en 1972― y consideraron el racismo, no una opinión sino un delito.
[155] En otros países como Estados Unidos las opiniones racistas eran legales pero existía una presión social que las reducía a los círculos de los supremacistas blancos.
En 1994 Richard Herrnstein y Charles Murray publicaban ‘’The Bell Curve’’ en el que explicaban los resultados menos buenos de los escolares negros por deficiencias intelectuales innatas.
Como ha destacado Pap Ndiaye, «la llama mediocre del racismo biológico no ha sido mantenida más que por ideólogos de extrema derecha».
Los microrracismos son desaires, prácticas, palabras, dichos, chistes, comportamientos cotidianos o mensajes discriminatorios de los que se vale un grupo étnico para ejercer su poder sobre otro.