Historia de la pintura

La pintura ha sido durante siglos el principal medio para documentar la realidad, reflejando en sus imágenes el devenir histórico de las distintas culturas que se han sucedido a lo largo del tiempo, así como sus costumbres y condiciones materiales.

Las primeras manifestaciones pictóricas aparecen en cuevas —la llamada pintura rupestre—, como medio de expresar la interrelación entre el ser humano primitivo y la naturaleza.

Se suele establecer dos épocas, en función de la técnica utilizada en la confección de cerámica pintada: «figuras negras sobre fondo rojo» (hasta el siglo VI a. C.) y «figuras rojas sobre fondo negro» (desde el siglo VI a. C.).

Gracias a la expansión del Imperio Romano, el arte clásico grecorromano llegó a casi todos los rincones de Europa, norte de África y Próximo Oriente, sentando la base evolutiva del futuro arte desarrollado en estas zonas.

Se denomina arte paleocristiano al efectuado por los primeros seguidores de esta nueva religión, primero de forma oculta, mientras aún eran perseguidos por el poder imperial, para pasar posteriormente, tras la conversión al cristianismo del emperador Constantino, a ser el estilo oficial del Imperio.

De carácter eminentemente religioso, casi todo el arte románico estaba dirigido a la exaltación y divulgación del cristianismo.

La pintura románica era preferentemente mural, de signo religioso y figuras esquemáticas al igual que la escultura.

También se produjo pintura sobre tabla, al temple, generalmente en retablos para el altar; y la miniatura, donde destacaron las escuelas inglesa e italiana.

La Edad Moderna supuso cambios radicales a nivel político, económico, social y cultural: la consolidación de los estados centralizados supuso la instauración del absolutismo; los nuevos descubrimientos geográficos —especialmente el continente americano— abrieron una época de expansión territorial y comercial, suponiendo el inicio del colonialismo; la invención de la imprenta conllevó una mayor difusión de la cultura, que se abrió a todo tipo de público; la religión perdió la preponderancia que tenía en la época medieval, a lo que coadyuvó el surgimiento del protestantismo; a la vez, el humanismo surgió como nueva tendencia cultural, dejando paso a una concepción más científica del hombre y del universo.

La pintura barroca se desarrolló en dos tendencias contrapuestas: el naturalismo, basado en la estricta realidad natural, con gusto por el claroscuro —el llamado tenebrismo—, donde cabe citar a Caravaggio, Orazio y Artemisia Gentileschi, Pieter van Laer, Adam Elsheimer, Georges de La Tour y los hermanos Le Nain; y el clasicismo, que es igualmente realista pero con un concepto de la realidad más intelectual e idealizado, englobando a Annibale Carracci, Guido Reni, Domenichino, Guercino, Giovanni Lanfranco, Nicolas Poussin, Claude Lorrain, Hyacinthe Rigaud, etc.

En el llamado «pleno barroco» (segunda mitad del siglo XVII), de estilo decorativo y predominio de la pintura mural, destacaron Pietro da Cortona, Andrea Pozzo, Luca Giordano y Charles Le Brun.

Junto a él conviene recordar a: François Gérard, Antoine-Jean Gros, Pierre-Paul Prud'hon, Anne-Louis Girodet-Trioson, Jean Auguste Dominique Ingres, Joseph Wright of Derby, Johann Zoffany, Angelika Kauffmann, Anton Raphael Mengs, Joseph Anton Koch, Asmus Jacob Carstens, José de Madrazo, etc.[22]​ Entre finales del siglo XVIII y principios del XIX se sentaron las bases de la sociedad contemporánea, marcada en el terreno político por el fin del absolutismo y la instauración de gobiernos democráticos —impulso iniciado con la Revolución Francesa—; y, en lo económico, por la Revolución Industrial y el afianzamiento del capitalismo, que tendrá respuesta en el marxismo y la lucha de clases.

En pintura, después de una fase prerromántica donde podríamos citar a William Blake y Johann Heinrich Füssli, destacaron Hubert Robert, Eugène Delacroix, Théodore Géricault, Francesco Hayez, John Constable, Joseph Mallord William Turner, Caspar David Friedrich, Karl Friedrich Schinkel, Philipp Otto Runge, etc. Una derivación del romanticismo fue el movimiento alemán de los Nazarenos, inspirados en el Quattrocento italiano y en el Renacimiento alemán, principalmente Durero (Friedrich Overbeck, Peter Cornelius, Franz Pforr).

En España destacaron Genaro Pérez Villaamil, Valeriano Domínguez Bécquer, Leonardo Alenza y Eugenio Lucas.

En pintura destacaron Camille Corot, Gustave Courbet, Jean-François Millet, Honoré Daumier, Adolph von Menzel, Hans Thoma, Ilya Repin y Mariano Fortuny.

En Gran Bretaña surgió la escuela de los prerrafaelitas, que se inspiraban —como su nombre indica— en los pintores italianos anteriores a Rafael, así como en la recién surgida fotografía, destacando Dante Gabriel Rossetti, Edward Burne-Jones, John Everett Millais y Ford Madox Brown.

Destacaron: Gustave Moreau, Odilon Redon, Pierre Puvis de Chavannes, James McNeill Whistler, Lawrence Alma-Tadema, Arnold Böcklin, Ferdinand Hodler y Gustav Klimt, así como el grupo de los Nabis (Maurice Denis, Paul Sérusier, Pierre Bonnard, Félix Vallotton.

[26]​ En paralelo a la arquitectura —la vertiente más destacada de este movimiento— el modernismo también se desarrolló en pintura, surgiendo una notable escuela en Cataluña, con artistas como Ramon Casas, Santiago Rusiñol, Alexandre de Riquer, Adrià Gual y Joan Llimona, mientras que en un llamado «posmodernismo» —no confundir con el arte postmoderno, aplicado a las últimas tendencias artísticas del siglo XX y principios del XXI— se encuentran nombres como Isidre Nonell y Joaquim Mir.

En el resto de Europa, la pintura modernista estuvo muy ligada al mundo del diseño y la ilustración, especialmente al cartelismo, nuevo género artístico a caballo entre la pintura y las artes gráficas, ya que se basaba en un diseño realizado por un pintor o ilustrador, para ser luego reproducido en serie.

Así, la pintura islámica se ha utilizado sobre todo como elemento decorativo en las edificaciones, normalmente a través de la escritura (decoración caligráfica mediante versículos del Corán), dibujos geométricos o vegetales y, más raramente, mediante la representación figurativa de personas y animales.

También hay que destacar como rasgo distintivo del arte indio su afán de integración con la naturaleza, como adaptación al orden universal, teniendo en cuenta que la mayor parte de elementos naturales (montañas, ríos, árboles) tienen para los indios un carácter sagrado.

[38]​ De época islámica (siglos XIII-XVIII) destacó la pintura mogol, desarrollada preferentemente en miniatura, en libros lujosamente decorados, generalmente de temática histórica, biográfica y cortesana, destacando artistas como Basawan, Abu'l Hasan, Sahifa Banu y Sewa.

Gran parte del arte producido en Japón ha sido de tipo religioso: a la religión sintoísta, la más típicamente japonesa, formada alrededor del siglo I, se añadió el budismo en torno al siglo V, forjando un sincretismo religioso que aún hoy perdura.

También se han encontrado pinturas murales en Mesoamérica, generalmente con diseños geométricos, como en Tierradentro (Colombia), o de tema mitológico, como en Panamarca (Perú).

También hay que remarcar la extraordinaria habilidad mostrada por numerosos pueblos (mayas, mixtecas y aztecas) en la escritura pictográfica, especialmente en códices ilustrados, que solían contar con figuras y símbolos de esmerado dibujo e intensidad cromática, narrando hechos históricos o mitológicos, como el Códice Nuttall de los mixtecas (British Museum, Londres).

[47]​ Desde el descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492 hasta la independencia de los diversos países americanos a lo largo del siglo XIX (los últimos Cuba y Puerto Rico en 1898) se dio el denominado arte colonial, que fue un fiel reflejo del arte efectuado en Europa.

La producción artística hecha en Nueva España por indígenas en el siglo XVI es denominada arte indocristiano.

[48]​ El arte africano ha tenido siempre un marcado carácter mágico-religioso, destinado más a ritos y ceremonias de las diversas creencias animistas y politeístas africanas que no a fines estéticos, aunque también hay producciones de signo ornamental.

En las montañas Drakensberg (Sudáfrica), los San (o bosquimanos) realizaron miles de pinturas rupestres entre los siglos XVIII y XIX, relacionadas con rituales chamánicos.

[49]​ Pero prácticamente hasta el siglo XX no se ha empezado a producir pintura de forma autónoma, especialmente tras la independencia de los países africanos, surgiendo entonces diversas escuelas como la Poto-Poto en Brazzaville, el movimiento Set Setal en Senegal, Rorke’s Drift en Sudáfrica, Oshogbo en Nigeria, Cyrene en Bulawayo, y otras ciudades como Lubumbashi, Dakar, Maputo, Harare, etc.).

Pintura mural de la cámara funeraria de Amenemhet, Imperio Nuevo , dinastía XVIII (siglo XV a. C.
Fresco hallado en Pompeya .
Ilustración del Beato de San Millán , Monasterio de San Millán .
Pintura bizantina sobre pergamino (siglo X ).
Códice de Santa Hildegarda (1165), Abadía de Santa Hildegarda, Eibingen ( Alemania ).
Impresión: sol naciente (1872–1873), de Claude Monet , Museo Marmottan Monet , París . Cuadro al que debe su nombre el movimiento.
El valle de los naranjos, Biniaraix (Mallorca) (1901), de Santiago Rusiñol .
Fränzi ante una silla tallada (1910), de Ernst Ludwig Kirchner , Museo Thyssen-Bornemisza , Madrid .
Joven y pretendientes , Mashhad ( Irán ), 1556-1565.
Bodhisattva del loto azul (hacia 550), vihāra n.º 1 de Ajaṇṭā ( Mahārāṣtra ).
Pinturas antiguas de los bosquimanos cerca de Murewa ( Zimbabue ).