A lo largo del tiempo, muchas de sus formas y herramientas utilizadas siguen siendo las mismas o similares.
[1] Desde las civilizaciones prehistóricas hasta las actuales, la escultura ha pasado por varias fases funcionales; inicialmente tenía un uso utilitario y era un método para representar rituales mágicos o religiosos.
Por otra parte, detrás del arte han existido grandes mecenas, el patronazgo de los cuales, en algunos casos, se prolongaba durante toda su vida.
En el siglo XX fue Arthur Evans con la excavación de Cnossos quien estableció una cronología para la cultura minoica.
[10] Según Erwin Panofsky, el estudio concreto de las obras de arte debería constar de tres análisis: primero un análisis preiconográfico, en la que se sitúe el período y el estilo, según sus formas, en términos descriptivos; en segundo lugar, un análisis iconográfico, en la que se analicen los elementos que acompañan la obra, sus diferentes atributos o características, en relación a su función simbólica y, por último; un análisis iconológico, en la que se estudie su significado conceptual o ideológico en el contexto cultural de su época.
En los grandes relieves se observa el uso del desnudo, pero solo para representar a los vencidos.
A esta civilización la caracteriza la jerarquía social establecida y una fuerte creencia religiosa en la otra vida.
Las estatuas que representaban a los faraones se realizaban siempre de pie, con los brazos pegados al cuerpo o apoyados en las rodillas si estaban sentados.
Otros personajes muy representados eran los «escribas» que, en la mayoría de los casos, aparecían sentados en el suelo con las piernas cruzadas y con los brazos un poco separados del cuerpo, mostrando en su composición una perfecta simetría.
Los materiales utilizados en ese entonces fueron desde la terracota hasta el estuco, optando por colores vivos a la hora de la decoración; tal y como las esfinges, sirenas, chacales, entre otros.
Datando del siglo VI a. C., los citados son Butades, siendo el primero en usar la terracota para forjar sus obras, un arte que sería perfeccionado por los etruscos por Diopos y Eugramos.
[29] En esta época también aparecen otros artistas de renombre como Antenor, a quien se le atribuye Tiranicidas y una koré preservada en Atenas.
[34] Tanto el escultor Policleto como Fidias y Mirón son considerados los padres del estilo clásico griego.
Para los griegos antiguos la belleza física estaba identificada con la propia perfección moral, bajo un concepto denominado kalokagathia.
La escultura fue una de las expresiones artísticas más importantes del pueblo etrusco, un arte que tuvo su influencia y esplendor gracias a las aportaciones griegas.
[44] Sin embargo, la escultura etrusca comenzó a entrar en un periodo de decadencia durante la etapa helenística.
Sin embargo, esto no pudo impedir que sus escultores desarrollaran algunos rasgos evidentes de originalidad, reconocidos por otros críticos.
[49][50] Las obras escultóricas más destacadas del Imperio Bizantino son los trabajos ornamentales de los capiteles, con motivos vegetales y animales enfrentados.
Se han conservado pocas obras escultóricas exentas: las más numerosas son relieves en marfil aplicados a cofres, dípticos o la célebre Cátedra del obispo Maximiliano, una obra tallada hacia el año 550.
[52] Varias partes de las iglesias —tímpanos, portadas y capiteles con historias sobre temas bíblicos— eran tratadas por los escultores con un gran realismo.
El período entre los siglos XIII y XV fue escenario de un importante desarrollo económico en toda la Europa occidental.
La matemática se convirtió en su principal ayuda, aplicando a todas las artes determinados principios y leyes como, por ejemplo, la perspectiva.
[65][66] Contemporáneos como Tino di Camaino continuaron con la misma línea de trabajo, siendo esto característico durante la etapa del Trecento.
Artistas importantes en otros países de Europa iniciaron a trabajar en las mismas líneas claramente italianas, como Adriaen de Vries en el norte y Germain Pilon en Francia, la difusión del estilo italiano por una extensa zona geográfica dio lugar a varias fórmulas sincréticas con las escuelas regionales.
El escultor cierta vez declaró que una buena composición debería ser piramidal y serpentinada, como el aspecto de llamas en pleno incendio, acreditándose que esta forma apenas podría ser considerado como un tipo de belleza.
En el siglo XX, los escultores participan activamente en la renovación estética iniciada por las grandes corrientes artísticas de principios de siglo, como Expresionismo (Ernst Barlach, Wilhelm Lehmbruck, Käthe Kollwitz), Futurismo, Cubismo (Pablo Picasso, Jacques Lipchitz, Henri Laurens, Ossip Zadkine, Pablo Gargallo ], Duchamp-Villon), Constructivismo (Alexander Archipenko, Anton Pevsner, Naum Gabo), Dada (Man Ray, Kurt Schwitters), Simbolismo (Giannino Castiglioni), Surrealismo (Max Ernst , Alberto Giacometti), Minimalismo (Donald Judd, Sol Lewitt, Dan Flavin), Neo-geo (Peter Halley, Jeff Koons, DoDoU, Imi Knoebel).
Estas obras en general son máscaras, esculturas exentas antropomórficas u otros objetos de culto.
Sus principales poblaciones fueron Harappa y Mohenjo-Daro, donde en excavaciones arqueológicas del siglo XIX, se encontraron gran variedad de esculturas en terracota representando figuras humanas con símbolos relacionados con la fertilidad, así como una pequeña bailarina en bronce y un Busto de un rey-sacerdote en esteatita.
En China hacia el 200 a. C. se moldearon siete mil guerreros en tamaño natural de la dinastía Qin, que aunque las caras son todas diferentes, y por tanto modeladas a mano, para los cuerpos parece que se utilizó un molde; este verdadero ejército permaneció enterrado hasta ser descubierto a fines del siglo XX.
En las islas Salomón, aunque realizan máscaras, lo más destacado son las figuras humanas o de animales.