Arranca en la baja Edad Media, muy próxima al clero y a la nobleza, para pasar durante el Renacimiento a manos de una pujante clase burguesa que abandera una incipiente ilustración en el llamado Siglo de las Luces.
Sucesivamente se fueron creando otros colegios, tanto menores como mayores, casi todos con la misma orientaciónː dar enseñanza a los estudiantes pobres y con capacidad.
Los príncipes e infantes estudiaban, junto con algunos niños de familias importantes, en el aula regia con los humanistas más reconocidos.
Para ellos se escribieron numerosos tratados que tenían como objetivo educar a los futuros gobernantes.
También se les enseñaban modales, como la cortesía para la diplomacia o el comportamiento adecuado en ceremonias.
La baja nobleza, constituida por los hidalgos (personas con título nobiliario pero sin dinero), también asistían a ellas.
También se enseñaba latín y las artes liberales, las cuales convivieron con la tradición escolástica medieval.
[13] Desde la Edad Media hubo en España preocupación por aprovechar las dotes de quienes tuvieran inteligencia.
Sin embargo, hubo prácticas que permitieron un aumento en la alfabetización de la población española a lo largo del siglo XVI.
[14] Por otro lado, también había maestros (clérigos o universitarios) que vivían en casa del alumno.
Sus actividades iniciaron, sin intenciones de enseñanza, como residencias para los jóvenes que acudían a la universidad.
Pero la demanda de escolarización hecha a las Escuelas Pías durante este siglo XVIII fue abrumadora.
Sin embargo, las reformas no tuvieron el éxito esperado porque los universitarios opusieron resistencia a la modificación de sus prácticas políticas y sociales.
La Década moderada (1844-1854) se caracterizó por las continuas reformas que sufre el Plan Pidal.
En 1851 se ordena que las Universidades rindan cuenta mensualmente a la Dirección General de Instrucción Pública.
Aunque este criterio había sido adoptado anteriormente por otros ministros sin conseguir resultados positivos, el momento político era ahora adecuado para una rápida tramitación y para una feliz consecución de los objetivos propuestos.
Si, por otra parte, el colegio privado deseara obtener el beneficio de la incorporación, o sea, la validez académica de los estudios cursados, los requisitos serán mayores, con especial énfasis en la titulación -la exigida para los Catedráticos de Instituto-, sujeción a los mismos programas que en los centros públicos y examen anual en los Institutos a que estén incorporados los colegios (art.
En su introducción se lee que «el arduo problema de la educación nacional no puede ser resuelto con reformas parciales».
Si la matrícula superaba esta cifra, se dividiría en dos secciones y estarían a cargo del mismo catedrático, que computaría como dobles las horas de clase.
El artículo 10 disponía la plantilla del personal de todos los Institutos: Termina la exposición con una reflexión sobre la importancia del decreto: Vino a corroborar este sentir la opinión unánime de cuantos en España se hallan dedicados a tal función docente, y respondiendo a las urgentes demandas de la opinión pública, esta reforma nació al calor de una aspiración nacional, que no pudo ser desoída con censurable indiferencia, ni debe ser desatendida con punible abandono.
Sus destinatarios habitaban las zonas más alejadas, desatendidas o deprimidas del territorio español.
Durante ese mismo año se aprobó el Decreto sobre la Inspección de la Primera Enseñanza, que concibió a los inspectores con un perfil técnico-pedagógico, como facilitadores del aprendizaje que podían y debían orientar a los maestros.
[32] Esta ley solo afectó a la enseñanza primaria[33] y fue complementada, tardíamente, por un Decreto de 1967.
Por ello, la educación primaria tenía un carácter confesional, patriótico, social, intelectual, físico y profesional.
Esta ley, homóloga a la anterior, regulaba la enseñanza secundaria o media y también fue reformada en 1967.
Los criterios básicos para esta ley fueron la unidad, abarcando los distintos niveles educativos, la interrelación entre ellos, y la flexibilidad.
Impulsada por el ministerio de Javier Solana Madariaga (gobierno del PSOE), insistía en conceptos pedagógicos como la comprensividad, la integración y atención a la diversidad, la adaptación a los alumnos con necesidades educativas especiales (ACNEE), la diferenciación de los contenidos educativos en conceptuales, procedimentales y actitudinales, la transversalidad, la educación en valores o la preferencia por metodologías activas y participativas.
[35] Impulsada por los ministerios de María Jesús San Segundo y Mercedes Cabrera (gobierno del PSOE).
Esta idea llega de Italia y es formulada claramente por dos personalidades tan notables como Casiodoro o Gregorio Magno.
En el primero de sus cánones se establece la formación obligatoria desde la infancia para aquellos cuyos padres aspiren a destinarlos al servicio eclesiástico.