No obstante, existen algunos hitos históricos anteriores, decisivos para la definición del actual perfil de la región: Entre todos estos hitos, la capitalidad se destaca como el de mayor determinación histórica.[4] Esta dispersión territorial —consecuencia de la forma en que se desarrolló la Reconquista y el posterior proceso de repoblación, durante la Baja Edad Media— se corrige parcialmente en los siglos XVI y XVII.Este rasgo resulta clave para su segregación de la antigua región de Castilla la Nueva, dados los fuertes desequilibrios sociales, económicos y demográficos que introducía la provincia madrileña, y su configuración como comunidad uniprovincial.[5]El territorio que actualmente ocupa la Comunidad de Madrid estuvo poblado desde el Paleolítico Inferior, como así lo atestiguan los ricos yacimientos arqueológicos de las cuencas de los ríos Manzanares, Jarama y Henares, así como las pinturas y grabados rupestres encontrados en La Pedriza del Manzanares (Manzanares el Real) y en la Cueva del Reguerillo (Patones).[29] Su población se dispersó en pequeñas aldeas,[30] muchas de ellas apenas conocidas por sus necrópolis.No había núcleos urbanos destacables, ni siquiera en lo que respecta a Complutum, prácticamente deshabitada hasta el citado siglo.La de Talamanca, que defendía la vía del Jarama, se fundó antes del año 860, correspondiendo en su posición más cercana a la sierra y a su rol como núcleo defensivo de mayor importancia y llegó a estar rodeada por un sistema de cinco atalayas en las poblaciones cercanas;[34] la fortaleza de Mayrit (Madrid), que defendía el camino del río Manzanares, se erigió en una fecha indeterminada entre los años 860 y 880, como un ribat, un pequeño recinto amurallado donde convivía una comunidad a la vez religiosa y militar, en lo que constituye el núcleo fundacional de la ciudad; el sistema defensivo se completaba con Qal'-at'-Abd-Al-Salam (Alcalá de Henares) que protegía el curso del Henares, formando un sistema defensivo jerarquizado en tres cabeceras, que controlaban las tres vías fluviales más relevantes.En el 861 las tropas del rey cristiano, comandadas por el primer Conde de Castilla, Rodrigo, tomaron circunstancialmente Talamanca provocando una gran matanza y destrucción en la ciudad.En una nueva incursión Ramiro II en el 939 tomó la alcazaba madrileña, abandonándola de forma inmediata.En el repliegue se desplaza hacia el valle de Riaza, desde donde se habían producido numerosas incursiones hacia Guadalajara y el norte de Madrid, "No queda un castillo sin derribar, una población sin arrasar ni un sembrado que asolar".En el año 961 Alhakén II sucede a su padre Abderramán III, iniciando un periodo de paz y prosperidad que supone el apogeo del califato omeya.[37] Finalmente, el rey Alfonso VI toma la ciudad para León en el año 1083 y dos años después entra en Toledo.Una vez aseguradas las plazas, el proceso repoblador buscó después objetivos estrictamente sociodemográficos y económicos.Madrid fue la única ciudad de la región que tuvo un papel activo en esta última fase, ante el declive en el que se sumergieron Buitrago, Alcalá y Talamanca, todas ellas dominadas por señores feudales o eclesiásticos.La villa madrileña fue, de hecho, el único núcleo urbano que consiguió mantener una personalidad jurídica propia, en primer término con el Fuero viejo y posteriormente con el Fuero Real, concedido por Alfonso X en 1262 y ratificado por Alfonso XI en 1339.Esta comarca, muy rica en recursos naturales, estaba integrada por una villa principal, Manzanares (en la actualidad Manzanares el Real), y los siguientes lugares: Alpedrete, El Boalo, Becerril de la Sierra, Cercedilla, Chozas (ahora Soto del Real), Colmenarejo, Colmenar Viejo, Collado Mediano, Collado Villalba, Galapagar (incluyendo Navalquejigo, Villanueva del Pardillo y Torrelodones), Guadalix de la Sierra, Guadarrama, Hoyo de Manzanares, Mataelpino y Los Molinos.En el siglo XIV, Enrique III frecuentaba la región, atraído por sus abundantes bosques y cotos de caza.Ninguna otra villa castellana, excepción hecha de Valladolid, había acogido tantas veces las Cortes del Reino.La predilección mostrada por la monarquía hacia las tierras madrileñas se fundamenta en varios factores.En el siglo XVI, el rey Felipe II situó la capital de su imperio en Madrid (año 1561).Aunque el término provincia no tenía rango jurisdiccional, la expresión se utilizaba frecuentemente en la documentación fiscal de los siglos XVI y XVII.En el terreno de la escultura, Madrid acoge a artistas tanto españoles como internacionales.Este doble efecto tiene su origen en la comentada desarticulación administrativa del entorno más próximo al concejo madrileño, heredada del régimen señorial de la Baja Edad Media, que dificultaba tareas tan básicas como el abastecimiento de la urbe.A todo ello se añade el status especial alcanzado por los Reales Sitios, constituidos en el Renacimiento.Otras poblaciones también quedan vinculadas con la realeza; es el caso de Boadilla del Monte, donde el arquitecto Ventura Rodríguez erige en 1764 el Palacio del Infante Don Luis, hijo de Felipe V. Encorsetada en un entorno territorial carente de toda organización administrativa, la nueva ciudad imperial buscaba sus suministros en zonas agrarias cada vez más lejanas, en las dos mesetas.En este siglo se erigieron el Palacio Real, iniciado con Felipe V y finalizado durante el mandato de Carlos III, y el Museo del Prado, que se concibió originalmente como Real Gabinete de Historia Natural.Madrid se situó así a la vanguardia europea, al compás de las corrientes ilustradas.Junto con el impulso real, la aristocracia también emprendió importantes obras arquitectónicas, dirigidas a renovar sus palacios y residencias.[43] En decadencia desde mediados del siglo XVIII, Alcalá de Henares experimentó una relativa recuperación demográfica y económica en la segunda mitad del siglo XIX, cimentada en su adquirida condición de destacamento militar, al cual que se incorporó un núcleo industrial embrionario.Durante los veinticinco primeros años del período autonómico la región pasó a liderar el crecimiento económico en el Estado, constituyéndose como plataforma para la internacionalización de la economía española,[49] presentando una marcada preponderancia del sector servicios.
El desaparecido
Real Alcázar de Madrid
fue residencia de los monarcas españoles, entre ellos,
Carlos I
, que lo reformó y amplió. La pintura es del siglo
XVII
.